Una casa llena de porquería

El desorden, la suciedad deprimen. Quien pueda vivir en medio del desorden y la suciedad sin deprimirse adolece de un trastorno mental. Desde las épocas en que se lanzaban a la calle heces y orina, el ser humano ha evolucionado  construyendo cloacas para librar a la sociedad de porquería y hedores. Las calles parecen limpias; al menos limpias de detritos fisiológicos. Limpias de otros tipos de basura, no. Parece que el ser humano va a necesitar más años para entender que la basura que no tiraría al suelo de su casa no puede tirarla al medio de la calle porque la calle es la casa de todos. Y, tal como están las cosas, parece que el ser humano necesitará siglos para identificar otro tipo de basura, la basura que se esconde en las mentes, que ensucia vidas, que deforma las almas que la acumulan, que apestan al sensible olfato de la moralidad, que convierten al mundo en una casa llena de porquería donde nadie que se precie puede vivir a gusto.

En España hemos vivido recientemente y seguimos viviendo una inundación de basura mental. Es como si de repente nos hubiera caído encima un diluvio que anega calles y arrastra contenedores y los vuelca llevando basura a todas las puertas; un diluvio de porquería mental. 

Resulta que el presidente del Gobierno decide tomarse cinco días de intimidad absoluta para reflexionar. Y la basura que llena ciertas mentes empieza a revolverse como si la estuviera revolviendo la mano de un monstruo de película. ¿Qué tiene que ver la decisión del presidente con la histeria de los acumuladores de ese tipo de basura? Tienen que ver los miles de seguidores de toda España que salen a la calle para apoyar a su presidente. Los acumuladores de porquería  contemplan atónitos a esas multitudes y escuchan sus gritos y cánticos con terror. Los manifestantes exigen la limpieza de la democracia; piden a su presidente que se quede y se ponga a limpiar. Los acumuladores de porquería ven en ellos hordas  que, con escobas y mochos, pretenden limpiar sus mentes y las de los suyos de basura privándoles de la porquería sin la que ya no saben vivir.

La psiquiatría ha identificado el llamado síndrome de Diógenes, un trastorno que aqueja a pobres infelices que viven solos y que les mueve a acumular compulsivamente todo tipo de basura con la creencia de que, algún día, pueden necesitar alguno de esos desperdicios. Pero ningún científico  hasta ahora se ha puesto a estudiar la posibilidad de que exista un síndrome de Diógenes estrictamente mental; es decir, que el trastornado acumule todo tipo de basura moral por si en algún momento le resulta útil

De este tipo de trastornados se aprovechó el fascismo italiano cuando era solo un proyecto. La propaganda del fascismo italiano fue copiada y mejorada por el propagandísticamente llamado Nacional Socialismo alemán. El fascismo de Franco se lo encontró todo hecho; solo tuvo que copiar de los dos. Lejos ya de la desaparición de las tres importantes figuras del fascismo, hoy pululan figurones que tal vez sueñan, como niños, convertirse en uno de aquellos tres campeones de maldad. Pero cuidado con menospreciarles, se dijo Pedro Sánchez durante sus días de reflexión. Para acabar con Mussolini y con Hitler hizo falta una guerra mundial. Franco se fue de este mundo en su cama, pero dejó herederos importantes en la Iglesia, en la judicatura, en la política, en la mente de los infelices que se sienten franquistas para creerse vencedores de algo. Cuidado con menospreciar a esos infelices. Tienen en sus manos el arma más poderosa que la democracia otorga a los ciudadanos, sanos o trastornados; el voto.    

Todo aquel que piensa, aunque solo sea un poco, hace tiempo que se ha dado cuenta de que en este país, como en tantos otros, abundan los políticos de mente sucia, inteligencia mediocre y conocimientos muy justos cuyo triunfo en las urnas depende totalmente de la propaganda. Todos sabemos que la propaganda propicia a ese tipo de políticos depende del dinero que se unta a las cabeceras de periódicos digitales y de papel y a los seudoperiodistas  que en ellas trabajan. También hay periodistas limpios, pero cobardes, que ocultan su cobardía con la equidistancia. Y también, todos sabemos que tras la sacrosanta columna del tercer poder se ocultan jueces propicios al fascismo que sirven a los intereses de ese tipo de políticos por si algún día llegan al poder y no lo sueltan. Diarios subvencionados, digitales o en papel; seudoperiodistas; tertulianos equidistantes por cobardes; jueces enchufados por fascistas forman parte de una máquina de propaganda que va horadando los cimientos de la democracia para que se derrumben nuestros derechos, para que sucumba nuestra libertad. 

Ayer, nuestro presidente democráticamente elegido por el Congreso, democráticamente elegido éste a su vez por los votos de los ciudadanos, concluyó sus cinco días de reflexión anunciando que se quedaba en la presidencia para defender la democracia, para defender nuestra libertad. Su discurso hizo referencia a la porquería que ensucia nuestra casa común y nos pidió a todos que nos pusiéramos a limpiarla. 

Uno pudo imaginar el chillido de horror de los fascistas acumuladores de porquería. Pocos minutos después, ya no tuvimos que imaginar  nada. Feijóo, con alcachofas delante, salió de su refugio a confirmar el panorama desolador que había descrito el presidente. Ayuso le siguió. Dos seres manchados por el síndrome de Diógenes mental se pusieron a largar insultos y mentiras sobre Pedro Sánchez, el adversario a destruir, sin acordarse de los miles de españoles que dos días antes habían salido a la calle a defenderle; sin acordarse de que esos miles y muchos más conocen la corrupción que ensucia a esos dos seres, dos seres convencidos de que si echan porquería a sus adversarios, la gente no recordará la porquería que ellos mismos llevan a cuestas. 

Escuché a esos dos con ligera sorpresa. Me sorprendió que ambos pudieran olvidar las ganas con que una mayoría se iba a constituir en brigada de limpieza. Cuando Feijóo y Ayuso terminaron de decir las barbaridades de siempre, quiso agitarme la furia, pero la memoria me salvó. Recordé el final de una película con un guión descacharrante. Penélope Cruz, con porte y valor de reina de España, le dice al Caudillo: «Excelencia, lo que usted diga me lo paso por el coño». 

La frase me sacó una sonrisa, pero tuve que ponerme seria otra vez cuando el presidente se sometió  a dos entrevistas en medios serios conducidas por auténticos periodistas de reconocida seriedad. Todo bien hasta que a aquellos probos profesionales se les ocurrió preguntar al presidente qué iba a hacer para limpiar el panorama. La cosa está más grave de lo que parece, me dije. ¿A quién se le ocurre que el presidente ha salido a contarle al mundo cómo va a acabar con bulos; cómo va a renovar el Consejo General del Poder Judicial; cómo va a conseguir que un voto sirva para limpiar de porquería la casa de todos? Las preguntas estúpidas de los periodistas de verdad me volvieron a meter el miedo en el cuerpo. ¿Estarán consiguiendo los fascistas atontarnos a todos? ¿Estarán consiguiendo que su porquería ahogue nuestra inteligencia? ¿Estarán consiguiendo acobardarnos a todos hasta que ya no quede nadie que se atreva a decirles lo que la cinematográfica reina de España le dijo a Franco?                                         

Publicado por MARIA MIR-ROCAFORT - WEB

Bloguera. Columnista

Un comentario en “Una casa llena de porquería

  1. La porquería, el fango y el lodo parecen inundarlo todo, es normal, la máquina de esparcir suciedad funciona a pleno rendimiento alimentada con nuestro dinero. Parecería una boutade, pero es tan cierto como nuestra finitud. Prensa escrita, diarios digitales, blogs y cualquier tipo de red social que sirva para informar (desinformar y adoctrinar, en este caso), está regada con dinero de administraciones que gobiernan el PP o el PP y VOX.

    Esos políticos mediocres, insolventes y zafios pretenden igualar a todos por abajo, es su única defensa, un mediocre con poder hará lo indecible por enfangar a los demás para ocultar sus propias carencias, eso hacen Feijóo, Ayuso o Abascal, solo por citar a tres, porque los enfermos con el síndrome de Diógenes son legión.

    Pedro Sánchez ha tenido que reunirse consigo mismo durante cinco días para meditar si a él y su familia les compensaba el tremendo esfuerzo de soportar tanta insidia, mentira, bulo e insulto.

    Todos tenemos derecho a rompernos en algún momento de nuestras vidas, yo lo he hecho y dudo mucho que, salvo los melífluos e hiperventilados, no lo hayan hecho nunca, claro que es cierto que hay quien ni siente ni padece, pobrecillos.

    La escandalera de los esparcidores de basura ha sido directamente proporcional a la comprensión y cariño que una gran parte de la ciudadanía demostró a Pedro Sánchez y a su familia.

    Las termitas de la democracia seguirán horadando los cimientos del Estado, eliminar esa plaga costará un gran esfuerzo y tiempo. Nadie sabe muy bien como hacer ese ejercicio de limpieza, quizás empezando por renovar el CGPJ, demandando a los creadores de bulos, a los insidiosos y miserables pseudoperiodistas… No lo sé, y creo que el presidente tampoco lo sabe, pero lo que si sabe, estoy seguro de ello, es que el fango no logrará vencerle, ni a él ni a la justicia y la razón.

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