De ambiciosos y votantes

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A la ambición la define el diccionario de la Real en su primera acepción como «deseo intenso y vehemente de conseguir una cosa difícil de lograr, especialmente riqueza, poder o fama». Dicen  que la política exige ambición a quien quiere entrar o ya está dentro de ese mundo. A estas alturas del partido vital de los homínidos sobre la faz de la tierra, ya no cabe duda de que en las democracias, plenas o mermadas, el embrollo de partidos, partidistas y partidarios tiene muy poco que ver con el concepto aristotélico de la Política. Hoy, en las democracias, en vez de ser la Política el medio que nos permita ir evolucionando gracias a la igualdad y a la libertad, los ambiciosos han convertido a la Política con mayúscula en un politiqueo infame que el ciudadano corriente considera alejado de sus necesidades, de sus intereses. Ese politiqueo, por el desinterés general que causa, se ha convertido en un tesoro para el fascismo. 

Las democracias se desmoronan. Tras el horror de los totalitarismos que aplastaron la libertad de los ciudadanos bajo la bota de gobiernos infrahumanos; tras la hecatombe de una guerra mundial que sepultó a millones bajo tierra, la conquista de la libertad en gran parte del mundo pareció abrir el camino para que la humanidad siguiera avanzando. Pero en ese camino, la ambición de los ambiciosos se coló entre la multitud y no paró hasta ponerse en cabeza y formar un muro impidiendo el avance de la mayoría. ¿Cómo consiguieron los ambiciosos levantar ese muro que hoy estanca a la multitud y amenaza con echarla atrás hacia los tiempos negros de la deshumanización? Lo consiguieron gracias a los ignorantes, a los cobardes y a los perezosos que no se atrevieron a cerrar el paso a los ambiciosos.

Los Estados Unidos de América, ejemplo para el mundo por su aparente democracia dos veces centenaria, por su aparente respeto reverencial a su Constitución y a las leyes que rigen la convivencia de sus ciudadanos y por mucho más,  hoy sufre y muestra al mundo su descomposición, largamente ocultada bajo una apariencia saludable. El racismo, superviviente a la abolición de la esclavitud, ha desmentido allí, hasta hoy, a la democracia, garante de libertad y de igualdad para todos; el rascismo y tantas otras lacras han desmentido y desmienten la humanidad ejemplar del país. Eso significa que esa América que ha sido gloriosa ocultando la podredumbre de sus mentiras bajo montañas de dinero, hoy sufre la plaga de gusanos que de pronto han reventado la cáscara de mentiras y han salido a la superficie para pudrirlo todo. Lo grave, lo gravísimo para todo el mundo es que los Estados Unidos de América, tantos años ejemplo a seguir en tantas cosas, sigue siendo, en muchos países, ejemplo a seguir en la liberación de gusanos que amenazan pudrir al mundo entero.

En las elecciones de 2016, millones de americanos votaron por un multimillonario estrella de la televisión y le elevaron a la presidencia de la primera potencia mundial a pesar de su falta de conocimientos y experiencia política, a pesar de su patológica propensión a mentir, a pesar de su pasado de inmoralidad y corrupción, a pesar de su misoginia y su racismo, a pesar de todos los pesares que reveló abiertamente en los debates televisados con su contrincante electoral. La presidencia de ese individuo resultó tal desastre que muchos, que por  indiferencia hacia la política o por pereza o por cobardía no habían votado en 2016, votaron en 2020 para sacar de la Casa Blanca a aquel individuo que avergonzaba al país ante el mundo entero. Pero la deposición de Donald J.Trump no sólo no detuvo la descomposición de la sociedad que habían conseguido sus cuatro años de mandato; la empeoró. El glorioso Partido Republicano de Abraham Lincoln se convirtió en una horda de cobardes dispuestos a destruir la Constitución, las leyes, la convivencia en libertad de toda la sociedad americana por defender al perturbado que había intentado y aún intenta cargarse los valores más sagrados de su país. Donald Trump, procesado dos veces por el Congreso siendo presidente; imputado por treinta y cuatro delitos la semana pasada y con varias imputaciones a punto de caerle por otros delitos más graves, se defiende de toda acusación en su red social insultando a fiscales, jueces, adversarios políticos y a sus familias. Y eso no es lo peor. Donald Trump amenaza a todo el país  con destrucción y muerte si le llevan a la cárcel y hace un llamamiento a todos sus seguidores a que protesten en las calles; llamamiento que ya resultó en el ataque al Capitolio del 6 de enero de 2021. A todas estas barbaridades se agrega su firme resolución de presentarse como candidato a la presidencia en 2024, aunque esté en la cárcel; a lo que se añade que sus acólitos del Partido Republicano están decididos a hacer todo lo que haga falta por volver a llevarle a la Casa Blanca. Cualquier persona mentalmente sana se pregunta cómo es posible que los republicanos que gobiernan el Congreso y que se acercan a la mayoría en el Senado respalden a un demente dispuesto a acabar con la dos veces centenaria democracia del país. La respuesta es tan sencilla y tan obvia como repugnante. Todos ambicionan prosperar en sus carreras políticas y, parafraseando a un político de aquí, es Trump quien decide el que sale o no sale en la foto. Además, Donald Trump y sus acólitos suplican a diario por todos los medios dinero para pagar por la defensa de los múltiples delitos del ex presidente. Tras su detención la semana pasada, Trump recaudó en donativos 4 millones de dólares en 48 horas. Lo que nos lleva a otra pregunta, ¿es que millones de americanos están dispuestos a vender su país a un multimillonario cuya única cualidad es su ambición? Hasta ahora no hay respuesta objetiva.

En política con minúscula, los ambiciosos engordan devorando cobardes y otros homínidos infrahumanos. Por ejemplo, tenemos en España una comunidad autónoma que a diario nos ofrece en miniatura una imitación de la podredumbre americana. Un protocolo del gobierno de esa comunidad impidió llevar a ancianos enfermos de Covid de las residencias a los hospitales. Siete mil doscientos noventa ancianos murieron abandonados en sótanos, en habitaciones cerradas, golpeando las puertas pidiendo auxilio con las últimas fuerzas que quedaban a sus brazos. Ya sin Covid, varias residencias privadas y públicas con administración privada están matando a sus ancianos de hambre y enfermándoles con comida podrida. Unos cuantos valientes lo denuncian. La mayoría, por cobardes, callan. El gobierno que obligó a miles de ancianos a morir abandonados; que aporta para alimentar a los vivos una cantidad irrisoria que no alcanza ni para alimentar diariamente a un niño, ganó las últimas elecciones por mayoría casi absoluta. ¿De dónde salió el más de millón y medio de votantes que premiaron la ambición de los políticos madrileños del PP? ¿De dónde salieron los votantes que entregaron el poder en Andalucía a unos ambiciosos dispuestos a acabar con la sanidad pública y hasta con Doñana, Patrimonio de la Humanidad? 

La ambición que mueve a los políticos fascistas como Trump y otros que en el mundo entero se disfrazan de derechas, se ve saciada en las urnas de las democracias por la ignorancia o la cobardía o la pereza de los votantes. La ignorancia lleva a miles a creer que la política no tiene nada que ver con sus vidas particulares. De repente, el gobierno de un partido al que han votado les roba la educación y la sanidad que quisieran para sí y sus familias; les reduce el salario mínimo; les baja las pensiones. Con el agua al cuello y la vida en precario, ese tal vez despierta un día descubriendo que la política sí tenía que ver. Vota el cobarde a los que supone más poderosos creyendo que le recompensarán por haberles votado; creyendo que, de algún modo fantástico, los ambiciosos poderosos enriquecerán al país de tal manera, que la riqueza llegará hasta a los desgraciados como él. Cuando finalmente se entera de que al ambicioso poderoso sólo le importan los ambiciosos poderosos que pueden incrementar su poder, ya es demasiado tarde, para el cobarde y para todos los demás. En cuanto al perezoso, ese que no encuentra motivo suficiente para sacrificar su tiempo haciendo cola ante un colegio electoral, le esperan las mismas consecuencias que a los ignorantes y cobardes que votaron por los ambiciosos, pero al menos puede quejarse y sentirse víctima inocente porque no votó a nadie.

Con la zozobra que causa el crecimiento del fascismo en el mundo entero, el que se siente responsable de su vida y, por empatía, de la vida de los demás, espera las elecciones autonómicas y municipales que se acercan temiendo, más que a los ambiciosos, a los ignorantes, a los perezosos y a los cobardes. Dentro de unos días, los que no votan, los que votan con las vísceras, los que votan sin reflexionar volverán a tener en sus papeletas el presente y el futuro de todos; el presente y el futuro de la democracia. Más vale que el que se sienta responsable se ponga a convencer a cuantos pueda de que el bienestar de todos depende de que todos voten con la cabeza después de analizar y comparar. A todos, nos va la vida.   

Publicado por MARIA MIR-ROCAFORT - WEB

Bloguera. Columnista

Un comentario en “De ambiciosos y votantes

  1. Ese politiqueo, por el desinterés general que causa, se ha convertido en un tesoro para el fascismo (sic)
    Magnífico análisis de la desastrosa situación política provocada por la ambición exasperante de unos políticos indignos de llamarse así.
    No salen muy bien parados los perezosos, los ignorantes, incultos e irreflexivos, son legión. Y así las cosas solo nos queda la pedagogía permanente que sea capaz de despertar de su letargo a los que pasan de la política creyendo que eso no va con ellos.
    Los partidos de la derecha y de la derecha extrema, no ocultan su satisfacción al ver que, por más barbaridades que hagan o digan, de momento no les está pasando factura en las urnas.
    El 28 de mayo será el termómetro que indique si el grado de estupidez aumenta o retrocede.
    La democracia plena no existe en ningún país del mundo, en algunos el remedo de democracia es menos notorio que en otros; los Estados Unidos de Norteamérica han dejado hace tiempo de ser el espejo en el que mirarse, hoy la imagen que nos devuelve ese espejo es un auténtico esperpento de lo que los padres fundadores de la nación quisieron para ella.
    Nosotros, los españoles, tampoco estamos consiguiendo que los ambiciosos sean eliminados de nuestras vidas, cada vez son más, cada día los medios podridos del dinero de esos politucuchos, son el altavoz que encumbra a personajes bufos, horteras, ignorantes y vagos.
    Creo que todos tenemos en la cabeza los rostros de a quienes me refiero.
    Por contra, el partido que siempre que ha gobernado hizo avanzar a este país en derechos y bienestar para todos los ciudadanos, se ve acosado sin el mínimo pudor por los mediocres, los advenedizos y los estúpidos.
    La transformación de España en estos cuatro años del gobierno de Pedro Sánchez, es reconocida y alabada allende nuestras fronteras. El país de la UE que está siriviendo de locomotora de la Unión, es vilipendiado e insultado a diario por esos homínidos incultos y vagos que solo buscan el poder para seguir llenando sus alforjas a costa de quitarles dinero y derechos a sus compatriotas.
    ¿Es el mundo al revés o es que yo no sé entenderlo? Francamente, no sé qué contestar a eso, pero tengo para mí que ni María Mir-Rocafort, ni yo, estamos equivocados.

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