La confusión peligrosa

Según la definición de estupidez de Carlo Maria Cipolla, todas las guerras son estúpidas. Hace no muchos años, según se mire, la estupidez de Mussolini, Franco, Hitler llenó a Europa de cadáveres. La estupidez de Putin y de muchos otros no tan famosos sigue matando. Lo que nos hace deducir que la estupidez es asesina; asesina de cuerpos, en su manifestación más brutal, y asesina, en todas sus múltiples manifestaciones, de proyectos de vida. El estúpido, ese que según Cipolla hace daño a los demás sin beneficiarse del daño causado, puede destruir su vida y la de millones y podría llegar a destruir todo suelo habitable convirtiendo al planeta en un páramo. Lo que significa que el mundo entero estaría en peligro  si la mayoría de los seres supuestamente humanos fueran estúpidos. Parece que estamos en peligro.

El próximo martes 21 de marzo pasará a la historia como el día en que se debatirá la sexta moción de censura de nuestra democracia. Está por verse si los historiadores la considerarán digna de comentario o, simplemente, la calificarán como el acto político más estúpido del siglo XXI en un país europeo. Hasta ahora, la mayor estupidez del asunto para la mayoría de los comentaristas de medios y redes sociales era que un candidato de 89 años se presentara para desbancar a un presidente de 51, física, intelectual y emocionalmente muy bien preparado por un entrenamiento brutal; con una trayectoria política que, entre otras cosas, le ha hecho campeón de la resistencia. Pero muchos ancianos y protectores de ancianos empezaron a trinar contra la ridiculización de la senectud que presentaba a la moción como guerra de generaciones, y los comentarios tomaron por una vía más seria analizando los argumentos del censor y la posible defensa del presidente. Por unos motivos u otros, el debate se ha calificado de circo, esperpento y hasta de ópera bufa. A ningún comentarista se le ha ocurrido tildarlo de flagrante estupidez, calificativo tan veraz en este caso como un dato objetivo para quien haya leído «Las leyes fundamentales de la estupidez humana» del genial Cipolla. La moción de censura del martes contra Sánchez es sencillamente estúpida; lo más estúpido que le ha ocurrido a este país desde la guerra civil.

Todos sabemos que la moción está condenada al fracaso porque carece de los votos necesarios para aprobarla. Todos sabemos ya que el Partido Popular se va a abstener. Dice el portavoz y otros portavoces del PP que no votarán a favor porque la moción reforzará al PSOE. Pero son muchos los que se preguntan por qué abstenerse, considerando que con un rotundo no quedaría tan bien como quedó Casado en la anterior moción.  Muchos simpatizantes del Partido Popular se sienten confusos, pero tal vez no tanto como sus dirigentes.

Alberto Núñez Feijóo, mientras lee un discurso, mueve la cabeza muy ligeramente con un gesto femenino que recuerda a ciertas presentadoras de los primeros años de la televisión; también hay hombres coquetos. Ese gesto, acompañado con una media sonrisa, confunde. Gesto y sonrisa sugieren una emoción agradable mientras el discurso que sale por la boca de Núñez recuerda al de los curas de otros tiempos describiendo la condenación eterna. Por culpa de un gobierno nefasto, dice, en España reina el caos en medio de la miseria. Con ese discurso, decorado con ligera y agradable coquetería, se fue Núñez a Bruselas, donde dejó a sus interlocutores ojipláticos. Que vaya el presidente del principal partido de la oposición de España a contar a Europa que su país es un desastre, sorprende, aunque sólo sea por su originalidad. Que pida, encima, a los mandatarios europeos que nieguen a su país los fondos que necesita para recuperarse de los estragos de la pandemia, parece indicar cierta inestabilidad mental. Pero que su lengua cuente que España es una distopía a la que hay que augurar el apocalipsis si Sánchez sigue en el poder, y que lo cuente con gesto atractivo y sonrisa agradable, deja a sus interlocutores absolutamente confundidos. El discurso sigue la instrucción goebbeliana sobre el valor de la mentira en la propaganda fascista. La gestualidad, sin embargo, sugiere el derrape de un estudiante novato de arte dramático en una audición, forzado por los nervios a recitar un De Profundis sonriendo. ¿A qué hay que creer? ¿Al discurso apocalíptico o a la expresión angelical? Tal vez el talante airado de una mujer al borde del ataque de nervios que exhibe Cuca Gamarra en cuanto sube a la tribuna resultaría más convincente. Aunque depende de qué se pretenda convencer. Parece que Núñez se da cuenta de que no cuela lo del estado calamitoso del país porque la mayoría cree lo que ven sus ojos. Parece que lo que pretende es convencer a la mayoría de que tiene la pasta de un presidente agradable, buena persona y centrado, muy centrado. Parece que tiene la certeza de que así logrará atraer el voto de los socialistas. Al parecer, Nuñez está más confundido que todos a los que consigue confundir.

Pero no será Nuñez quien defienda la moción de censura. Será Ramón Tamames, un hombre que, a juzgar por su discurso, filtrado a la prensa por no se sabe quién, sólo parece tener una idea clara que sería original si no se la hubieran copiado ya todos los fascistas en masa. Tamames anuncia que el propósito de su moción de censura es librar a España de un autócrata. Pedro Sánchez, soportando el insomnio para aprobar unas doscientas medidas sociales contra la oposición constante de las del partido con el que gobierna en coalición; Pedro Sánchez, que para que le aprueben cualquier medida tiene que dialogar y convencer a media cámara; ¿Pedro Sánchez un autócrata? Quien haya seguido a Pedro Sánchez durante sus tres años de presidente, la confusión de Tamames le sacará la risa. Es evidente que lo de autócrata se lo habrán sugerido  los fascistas, pero, ¿cómo se atreve a semejante acusación sin haberse documentado un poco, aunque sólo fuera leyendo el libro de Sánchez? ¿Tan confundido está? Parece que más. Un día está a favor de la lucha contra el cambio climático y dos días después, ya no. Llama autócrata al presidente en el borrador de su discurso y en una entrevista de televisión dice que el presidente le cae bien. Tamames no sólo está confundido, sino que ha conseguido confundir a la jerarquía del partido que le presenta para que defienda la moción de censura. Ni Abascal ni los suyos saben dónde ponerse porque nadie sabe por dónde Tamames va a salir. Pero estar confundido no significa ser estúpido.Tamames no tiene ni un atisbo de estupidez. Por una parte, su discurso no le hará daño a nadie y mucho menos se lo hará a sí mismo. Con ese discurso sabe que, después de una notable trayectoria intelectual y de años relegado al anonimato, habrá conseguido pasar a la historia de nuestro país con nota cum laude. El profesor Ramón Tamames, riéndose quizá de la estupidez de los fascistas que lo han expuesto a saber con qué intención y de todos los que le han ridiculizado por exponerse, es probable que recuerde y se repita el dicho «El que ríe el último, ríe mejor».  

El martes saldrá el presidente del gobierno a responder al censor. Pedro Sánchez ha prometido una respuesta seria y correcta. Considerando su trayectoria, así responderá. Es muy probable que se concentre en repasar el trabajo de su gobierno durante estos tres años. ¿Qué otra cosa puede hacer? Responder a insultos y mentiras sería zambullirse en el torbellino en el que se revuelven los fascistas y, sabido es que, quien dedica su mente a embrollar, acaba embrollado en una grave confusión mental.     

Contemplando el panorama del mundo con ataraxia epicúrea, uno podría preguntarse si hay alguien en nuestro país, tal vez en el mundo entero, que esté libre de la confusión. La respuesta salta a la mente enseguida: con tanto confuso intentando confundir a los demás para que se adscriban a su confusión, no es de extrañar que la mayoría no se aclare. Afortunadamente, la confusión puede no ser dañina si sirve de acicate que mueve al sujeto a plantearse problemas y buscar soluciones. Pero cuando obnubila a una mente ya obnubilada por la estupidez, la confusión puede ser mortal para el confundido estúpido y para el prójimo al que pueda dañar.  Los que formamos parte de ese prójimo tenemos que huir del peligro que supone todo estúpido, pero con más premura del estúpido confundido que intenta convertirnos a todos en víctimas de su confusión.  Y en una democracia, el modo más eficaz de huir de los políticos estúpidos que nos quieren confundir es votar de acuerdo con el veredicto de nuestras facultades mentales.        

Publicado por MARIA MIR-ROCAFORT - WEB

Bloguera. Columnista

2 comentarios sobre “La confusión peligrosa

  1. La imperturbabilidad del alma (Epicuro) me ha sacado una sonrisa, querida amiga.
    Y hablando de estupidez ya sabes lo que dijo Albert Einstein: El Universo y la estupidez humana son infinitos, pero de lo primero no estoy tan seguro.
    Vivimos en una sociedad estupidizada, cada día más inculta y con menos ganas de aprender, de esforzarse por adquirir nuevas habilidades o mejorar las ya adquiridas. Tú, María, llevas, al menos desde que te conozco, intentando poner un poco de orden en las mentes de los estúpidos; tarea improba, prédica en el desierto.
    Así las cosas, nos llega ahora, por si ya no hubiera suficiente confusión, un destacado economista, historiador y político, con sus 89 años, la mitad de ellos en el ostracismo, para hacer su particular canto del cisne personal intentando dejar una profunda huella para los historiadores del futuro.
    Imagino que como orador, Ramón Tamames, desplegará una retórica que sus mentores de VOX seguramente sean incapaces de entender; la cosa tiene gracia, un erudito hablando en nombre de los más estúpidos de entre los estúpidos. Pasaremos, eso espero, un rato agridulce escuchándole. Grato por la forma y agrio por el fondo, supongo…
    En todo caso serán un par de días de asueto para los congresistas y para quienes seguimos la actualidad política. Espero que don Ramón no nos defraude.

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