
¿Qué, coño, le está pasando a este país? ¿O es al mundo entero? El fascismo se extiende como un virus, y el síntoma más visible es que los infrahumanos van vomitando mala leche por todas partes. ¿Nos acabarán ahogando a todos en sus vómitos?
Mussolini, Hitler y Franco tenían intelectuales que montaron una ideología para dar cierta consistencia a lo que no era más que brutal ansia de poder de unos narcisistas. Eran otros tiempos. En los nuestros, la ideología se desprecia como se desprecia todo lo que salga del cuarto oscuro en el que la mente reflexiona. Se desprecia el trabajo mental que no tenga que ver con la tecnología; se desprecia, sobre todo, a la filosofía. El tiempo convirtió a la filosofía en algo similar a una momia egipcia, algo que en un aula estorbaría y que a los alumnos sensibles podría desviar del camino recto hacia el progreso. El progreso hoy se mide por el invento de aparatos diversos y se manifiesta en todas las aplicaciones que puede tener un móvil. ¿Cómo y cuándo pensar si a los dedos de las manos no les alcanzan todas las horas del día para encontrar, clicando, las respuestas a todas las preguntas? Porque el progreso ha descubierto todas las respuestas, y todas las respuestas se pueden encontrar en Google, fuente de sapiencia que ha relegado a las tinieblas de la antigüedad irrecuperable a los siete sabios de Grecia; a la mismísima sabiduría, madre de todos los sabios que en todas las épocas se han dedicado a pensar.
Los Diez Mandamientos, que durante siglos guiaron la moral de las sociedades cristianas, se han reducido a uno solo: No pensarás. Y como si las mayorías de homínidos de los países civilizados hubieran percibido los truenos y relámpagos, el sonido de la trompeta y el monte humeante que el autor del capítulo 20 del Éxodo diseñó como el escenario más idóneo para que un dios lanzara sus mandamientos y amenazas sobre un pueblo aterrorizado; esas mayorías han hecho voto de imbecilidad.
Solo esa imbecilidad inducida por quienes detentan el poder supremo sobre cuerpos y conciencias puede explicar que millones de seres creados por Dios o por la Naturaleza para convertirse en seres humanos creadores estén dispuestos a renunciar a la libertad que les permite vivir como tales, entregándosela a quienes no tienen otro objetivo que no sea conseguir y conservar el poder sobre una mayoría idiotizada y conseguir y conservar todos los privilegios que el poder confiere. Solo esa imbecilidad, aceptada para vivir como brutos sin más problemas que los propios de la supervivencia, puede explicar que, en las democracias, la mayoría vote por partidos fascistas.
Tras la aparente derrota del fascismo en la última guerra mundial, la palabra fascista se ha convertido en insulto. En la omnisapiente Wikipedia, se explica el fascismo con los verbos en pasado como si hubiera dejado de existir. Sin embargo, quien no habiendo llegado a la imbecilidad requerida lea esa entrada con la intención de entender, enseguida se dará cuenta de que el fascismo pervive disfrazado con el adjetivo dieciochesco de «derecha» o con el engañoso de «conservador». Despojado de toda la ideología, que hoy se considera inútil, el fascismo actual se define por la ausencia de programa de gobierno y por la única finalidad de perseguir, conseguir y conservar el poder a toda costa.
Ese fascismo, disfrazado de cualquier cosa, reina hoy en el Congreso y en todas las encuestas sobre las elecciones generales de 2024 de los Estados Unidos de América. Ese fascismo reinó allí con virulencia en el período de entreguerras; invernó, como en todas partes, tras la derrota de las potencias fascistas y, en cuanto el clima le fue propicio, volvió a salir al sol como un oso hambriento.
Todo el mundo desarrollado consiguió el desarrollo imitando a la primera potencial mundial. Luego es de lógica vital de estar por casa seguir imitándola para superar las crisis que amenazan el bienestar de la mayoría. Esa es la sencilla razón por la cual el fascismo del Partido Republicano de los Estados Unidos ha calado en el mundo entero con la misma fuerza con la que caló el rocanrol. Hoy, el Partido Republicano, otrora Gran Partido que se estrenó en la presidencia con la egregia figura de Abraham Lincoln, exhibe en sus escaños del Congreso a evidentísimos tarados y perturbados que niegan validez a las elecciones pasadas, proclaman las más disparatadas teorías de la conspiración, apoyan el antisemitismo y el nacionalismo blanco y cristiano y mienten, se desmienten y vuelven a mentir sin reparo y sin el más mínimo atisbo de vergüenza. Todos ellos son seguidores a muerte de Donald Trump. Para ser elegido presidente de la Cámara de Representantes por sus compañeros republicanos, Kevin McCarthy tuvo que meter en los principales comités del Congreso a toda esa tropa digna de una «corte de los milagros» moderna donde nadie es lo que dice ser y a nadie le importa exhibir su miseria moral. Lo único que importa a los políticos republicanos es el poder y lo único que parece importar a millones de sus votantes es que sus admirados republicanos ejerzan el poder como les dé la gana siempre y cuando bajen impuestos y les dejen vivir en paz con su misoginia, xenofobia, racismo y explotación del más débil. Es decir, fascismo puro y duro apoyado por el filofascismo de los infrahumanos más imbéciles.
En nuestro país, dice la última estimación de voto y escaño que el PP mantiene su ventaja sobre el PSOE y que la «ultraderecha» gana casi un punto. ¿Alguien sabe qué programa de gobierno ofrecen el PP y la «ultraderecha»? Lo único que manifiestan los líderes de ambos partidos es su voluntad de sacar a Pedro Sánchez de La Moncloa, y quieren sacarle de La Moncloa para hacerse ellos con el poder sea como sea. Luego el PP y la llamada ultraderecha son rotundamente fascistas, sin ánimo de insultar.
El poder a toda costa y sea como sea es la meta de todos los fascismos y es ese a toda costa y sea como sea lo que está ahogando a las sociedades de los países supuestamente civilizados bajo el tsunami de mala leche que está infectando al mundo. El a toda costa y sea como sea significa, en primera instancia, desvirtuar cualquier logro de quien esté en el poder, mediante mentiras sin control, sin freno, contando con la incapacidad de quienes las escuchan para distinguir entre mentira y verdad. Hay que pintar al país con los colores que, en cualquier circunstancia, evoquen las heces. Hay que señalar como culpable de las heces al que está en el poder. Hay que convencer que la sociedad negruzca y maloliente relucirá de limpia si llegan al poder los que denuncian a la porquería. En España cabe preguntarse si un partido condenado por corrupción y con varias causas pendientes por lo mismo puede presumir de limpieza. En un país en el que la mayoría de los ciudadanos aceptan como mandamiento no pensar, puede. Además, quien se atreve a difamar al presidente del gobierno tiene que ser muy poderoso para que no le pase nada. Aquel que todavía piensa comprende sin esfuerzo que ese poder deriva de controlar al poder judicial y que el poder judicial se controla sin ningún problema bloqueando la renovación del órgano de gobierno de los jueces. Pero ese bloqueo no quita el sueño a los ciudadanos que no piensan.
Por si no bastara con insultar y difamar a quien preside el gobierno, aquí y en cualquier otra democracia, el fascismo tiene otra táctica todavía más tóxica y eficaz. Consiste en ofrecer a los ciudadanos idiotizados supuestos adversarios a quienes culpar de todos sus trastornos y sus penas. A quien aquí le vaya mal económicamente se le puede consolar con la mentira de que a los emigrantes les mantiene el estado, o sea, los impuestos de todos, con casa y comida gratis y que no tienen que esperar, como los españoles, para recibir atención médica. Razones de más para expulsar del país a todos los extranjeros pobres o para descargar su ira sobre alguno que esté a tiro o para votar a los políticos que prometen limpiar de extranjeros el país. A los hombres desvalorizados por fracasos de cualquier tipo se les puede subir la moral quitando hierro al maltrato o abuso contra las mujeres. A los que, por cualquier motivo dudan de su masculinidad en secreto, se les puede convencer de que la culpa la tienen los homosexuales por disfrutar de su perversión a la luz del día.
Así, creando adversarios culpables de la desdicha propia, los políticos fascistas consiguen mantener en estado de crispación a los que están descontentos con su suerte, que suelen ser la mayoría. Así, los descontentos van rezumando y algunos, vomitando mala leche. Y así, la mala leche se va contagiando y un día matan a uno por ser extranjero y a otro por negro y a otro por pobre y a otra por mujer y a otros por ir por la calle cogidos de la mano. Y un día, la mayoría de los descontentos votan por los partidos que les permiten vivir en paz con su odio, su envidia y todas las pasiones infames que les corroen. Y el mundo cae en las garras del fascismo mientras los seres humanos que no han renunciado a pensar siguen luchando, como lo han hecho siempre, por librar a su país y a la humanidad de quienes pretenden convertir a los hombres, machos y hembras, en bestias.
Gran reflexión en tu artículo sobre la impudicia de las mal llamadas derechas.
La vida, en la gran mayoría de los seres humanos, es eso que hacemos con nuestros aciertos y nuestros errores, saber vivir sabiendo eso es sumamente importante.
Nuestras decisiones hacen que seamos lo que somos. No hay nadie superior que nos indique el camino a seguir y nos sojuzgue constantemente. Escudarse en la mala suerte, la providencia o la influencia de otros factores externos justifica que nos volvamos xenófobos, homófobos, misóginos, avaros y codiciosos.
Envidiamos los oropeles de algunos y nos decimos que nosotros tenemos más merecimientos para ostentar esos oropeles.
La conducta de los seres humanos funciona en esos parámetros, cualquier cosa menos el esfuerzo personal del trabajo, la reflexión y el criterio. Pensar no está de moda, ya piensan las redes sociales, los medios de comunicación y los gurús del apocalipsis por nosotros.
Creo que me voy a repetir, pero siempre digo que la educación, esa que comienza en casa, la guardería, el colegio, el instituto la formación profesional o la universidad, es fundamental para crear seres humanos libres.
La libertad no es una utopía, la libertad es no sentirse atado a los pensamientos de los demás, es decir, ser un verso suelto y pensar y decidir una vez informado y habiendo reflexionado.
El fascismo siempre se ha sentido cómodo con los rebaños. Unos símbolos (banderas) unas frases altisonantes (ESPAÑA, UNA, GRANDE Y LIBRE) aderezado con varias descalificaciones e insultos de sal gruesa hacia el adversario político, les consigue votos, muchos votos.
Eso es lo que tenemos que revertir. El corrupto no puede dar lecciones de honradez, el ignorante no puede dar lecciones de historia, economía, política y todo lo que se le ponga por delante.
Debemos aprender a distinguir entre el histrionismo y la sensatez.
Sé, me consta, que es una tarea difícil. Es difícil salirse del redil, pero les aseguro que se puede, solamente hay que poner de nuestra parte voluntad e interés por sabernos libres de verdad, libres de prejuicios y dispuestos a ejercer pedagogía democrática allá donde lleguemos.
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