
Dice un antiguo dicho que las cosas claras y el chocolate espeso. Hoy en día, las cosas en política están espesísimas, mientras el chocolate nada en agua en las casas, cada vez más numerosas, de los medio pobres que luchan por no bajar al sótano de la pobreza total. Espesísimas porque las palabras, al servicio de la propaganda, están incitando a realizar actos infrahumanos. Sabido es que la palabra tiene un poder omnímodo. La palabra condiciona nuestras vidas para bien o para mal, desde una declaración de amor a una sentencia de muerte; desde los efectos de una mentira que puede resultar en un fraude económico, minúsculo o mayúsculo, a un engaño de los que marcan el alma para siempre. Pues bien, las palabras, al servicio de la propaganda, hoy amenazan, en todos los países supuestamente civilizados, a la libertad, siendo la libertad facultad imprescindible para que un homínido pueda evolucionar a la categoría de ser humano.
Las cosas están espesísimas; en política, socialmente, a nivel individual. Mientras la tecnología avanza vaticinando un futuro para la humanidad tan predeciblemente preciso como una máquina, el hombre se revuelve en un torbellino de emociones cada vez más espeso, cada vez más negro. ¿Por qué? Por la manía, aparentemente incurable, de complicarse la mente, la vida. Esa enfermedad mortal que aqueja a una inmensa mayoría, la inocula, a una inmensa mayoría, la propaganda.
Durante siglos, los hombres de todas las razas y culturas han permitido que les gobiernen los dirigentes de diversas religiones según las directrices de libros a los que esos dirigentes han conferido la categoría de sagrados. La Iglesia Católica ha visto evolucionar su Biblia del hebreo, arameo y griego originales a diversas traducciones que, naturalmente, tienen la impronta de cada traductor. El ejemplo más significativo por sus efectos cruciales en la vida de todos, sean o no creyentes, es la traducción al latín que Jerónimo de Estridón empezó en el 382 de nuestra era, la llamada Vulgata, comparada con la moderna Biblia de Jerusalén. Jerónimo, fiel al original, traduce el versículo 27 del primer capítulo del Génesis con una verdad fundamental para todo creyente en un Creador. «et creavit Deus hominem ad imaginem suam ad imaginem Dei creavit illum masculum et feminam creavit eos«. Y creó Dios al hombre a imagen suya a imagen de Dios les creó macho y hembra los creó. La Biblia de Jerusalén, publicada en francés entre 1948 y 1954, traduce el mismo versículo con una interpretación que lo hace radicalmente distinto: «Creó, pues, Dios, al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó».
Pertenecemos a la familia de los homínidos. Nuestro género es hombre. Algunos se empeñan en cambiar el término hombre por el de humano. Puede que taxonómicamente dé lo mismo, pero una somera reflexión nos lleva a entender que hay una diferencia abismal y que esa diferencia no es inocua. El hombre u homínido es de la familia de los primates. El ser humano es otra cosa. El hombre no nace humano; adquiere su humanidad a través de la evolución de su mente.
No todas las personas responden estrictamente a la definición de ser humano. Todos somos hombres, machos y hembras, pero no todos tienen sus facultades desarrolladas de modo que pueda atribuírseles el calificativo de humanidad. Puede decirse que el Creador o la Naturaleza, según quiera creer cada cual, crea a un ser humano en potencia; es decir, que el homínido puede llegar a convertirse en un ser humano mediante el desarrollo de las facultades que nacen con él.
La voluntad de Dios, para el creyente, fue la de crear a la criatura que llamamos hombre a su imagen y semejanza, dice el Génesis. Y aquí nos introduce en un misterio inescrutable. ¿Cómo es la imagen de Dios? ¿Cómo puede el hombre asemejarse a esa imagen si no sabe ni puede saber cómo es? Lo único que podemos saber de Dios es que creó. Todo lo demás que de Dios se diga no puede ser más que invención de los hombres. Luego lo único que podemos deducir es que Dios nos creó para crear. Quien no quiera permitirse la fe, puede sustituir la palabra Dios por la palabra Naturaleza. La conclusión es la misma. El individuo de la especie hombre es el único capaz de crear algo que no existía. Quien crea que Dios nos creó a su imagen y semejanza, creerá, por lo tanto, que su destino es crear, como hizo Dios. Quien quiera creer que fue el azar natural el que le hizo nacer hombre, ha de creer lo mismo. El hombre fue creado para diferenciarse de los animales creando. Y lo primero que tiene que crear el hombre es un criterio que le permita irse creando a sí mismo según los valores que rigen en la Naturaleza o según los valores con que le creó el Creador de todas las cosas. Pero, ¿cómo podemos saber cuales son los valores de Dios?
Termina el primer capítulo del Génesis con otra revelación, que nada tiene que ver con las leyendas posteriores intencionalmente atribuidas a una revelación divina. Dice, «Dios vio todo lo que había hecho y era muy bueno». Este es el único valor de Dios que sabemos. Dios crea lo bueno y, por lo tanto,la criatura creada a su imagen y semejanza tiene que ser creadora de lo bueno. Y es aquí cuando la realidad del mundo se nos echa encima.
El misterio de la maldad llevó a los hombres de todas las creencias a inventar demonios. Lo malo no podía achacarse a Dios y para paliar la responsabilidad de los malos, había que culpar a otro ente sobrenatural. La realidad incuestionable es que la bondad o la maldad dependen del criterio de valores que rige la conducta de cada cual, y ese criterio de valores de cada cual depende de su voluntad.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los capitalistas infrahumanos han luchado denodadamente contra la humanización del mundo que intentaron los mejores políticos para subsanar los efectos de aquella tragedia. El capitalismo salvaje, las diferentes crisis que han causado los excesos de los capitalistas infrahumanos, han intentado impedir la humanización de los hombres, machos y hembras, para asegurarse de que la mayoría no supere el nivel de homínidos; homínidos que, por techo, comida, ropa y entretenimiento, estén dispuestos a disolverse en la tribu sin cuestionar a quienes les utilizan como elementos de producción.
Contra los totalitarismos que causaron el caos y millones de muertos en dos guerras mundiales, surgen las democracias modernas para garantizar los derechos de todos los ciudadanos. Pero privados del poder de las armas, los capitalistas salvajes pronto encuentran otro medio de sojuzgar a las tribus. Ese medio es la palabra. Las democracias exigen a los capitalistas salvajes y a sus lacayos políticos el esfuerzo de convencer al mayor número de ciudadanos para que les otorguen el poder con sus votos. Los modos de convencer ya los habían concebido y ensayado los que utilizaron la propaganda para alcanzar el poder, perpetuarse en el poder y utilizar el poder para adueñarse del mundo. Las armas y la muerte evitaron su triunfo, pero la propaganda ya había demostrado su eficacia para someter a las tribus sin derramamiento de sangre.
¿Tenemos que creer entonces que quienes pergeñan la propaganda son más inteligentes que el resto de los hombres? Creados para crear lo bueno es lo único que sabemos a ciencia cierta de los designios de Dios o de la Naturaleza sobre nuestro destino. Infrahumano es, por lo tanto, aquel que, por diferentes motivos, no llega a alcanzar el pleno desarrollo de su humanidad que le permite crear lo bueno. Ni Dios ni la Naturaleza nos dicen nada sobre la inteligencia. Luego lo que nos permite alcanzar la plena humanidad no es la mayor o menor inteligencia ni el mayor o menor bagaje de conocimientos que alguien lleve consigo. ¿Qué es entonces? Nos dice el que narró la creación que es la bondad. Nos dice la Naturaleza que es la bondad de las cosas lo que las hace aptas para que el hombre las domine y las disfrute. Así de sencillo. ¿Y qué es la bondad? No hace falta estudiar textos de ética o de moral para saberlo. También nos lo dice ese primer capítulo sobre la creación con absoluta sencillez. Bueno es aquello que permite al hombre cumplir con su función creadora de lo bueno. Ese hombre jamás intentará impedir que los otros cumplan con la misma función. Malo es aquello que priva a los hombres de la libertad de crear; aquello que evita, por cualquier medio, la evolución de los homínidos hasta su transformación en seres humanos. Los totalitarismos y un sistema económico que condena a millones de hombres a la extrema pobreza son dos de los ejemplos más palmarios de la maldad.
La inteligencia ha permitido a los hombres adentrarse en el mundo de abstracciones complicadisimas y de allí ha sacado conclusiones que han permitido el desarrollo de la sociedad;un desarrollo que parece no conocer límite. Pero ese desarrollo no puede considerarse un triunfo de la creación. Faltando la bondad, el homínido creado por Dios o por la Naturaleza para seguir creando cosas buenas fracasa. Por encima de todas las ciencias, de todo el desarrollo del conocimiento, de todos los embrollos concebidos por las facultades mentales, la vida de un ser humano debe ser crear y llegar al fin con la sencillísima conclusión de que todo lo que ha creado es bueno. Más allá de esta conclusión indiscutible, todo lo demás es invención de los hombres.
Entre todo lo que los hombres han inventado, uno de los inventos más peligrosos es la propaganda; lo que nos dice el diccionario que es el uso de la palabra para vender ideas o cosas. El intento de convencer a otro mediante la palabra debe ser tan antiguo como el habla; tan antiguo como el primer hombre que se dio cuenta de que otro le escuchaba y le creía. Ese intento puede ser inocuo y hasta bueno, pero puede ser, también, dañino cuando el hombre descubre que puede convencer a los demás de que acepten como cierta una mentira.
La mentira más perversa que los poderosos han inoculado en la mente de los hombres es que todos nacemos pecadores. Siendo el pecado algo que se aparta de lo recto y justo, resulta que Dios o la Naturaleza crearon, al crear al hombre, algo que no era bueno. Luego, o Dios o la Naturaleza nos mienten al hacernos creer en la bondad de todo lo creado o nos mienten aquellos que quieren convencernos de nuestra maldad connatural para impedirnos evolucionar. La mentira de que el pecado es connatural a todo hombre, repetida durante siglos, ha penetrado en todas las conciencias, tanto de creyentes como de ateos. De ahí que todos acepten como ciertas frases que insultan a Dios o a la Naturaleza y al hombre mismo; frases como, «Errar es humano»,»miserias humanas» y otras por el estilo que ponen en entredicho la bondad del ser humano y, lo peor de todo, que convencen a la mayoría de que desear y buscar la bondad es, además de inútil, contraproducente. Errar es de homínidos. Los homínidos sufren las miserias de su fracaso vital. Un hombre predispuesto a justificar todos sus errores culpando a su naturaleza fracasa, necesariamente, en cualquier intento por evolucionar. Y de este hombre abocado al fracaso de su humanidad, echan mano cuantos le necesitan para alcanzar el poder. Nos lleva el pesimismo a afirmar que siempre ha sido así y que a estas alturas ya no tiene remedio. La esperanza nos dice que podría tenerlo.
Estamos soportando una crisis tras otra. De pronto, el capitalismo salvaje lanza a millones de medio pobres a la pobreza total. Otra vez de pronto, una pandemia con millones de muertos nos demuestra, dramáticamente, la indefensión del hombre. Y otra vez de pronto nos damos cuenta de que el deterioro del planeta no era una invención de científicos cenizos; nuestros descendientes se van a quedar sin tierra que habitar. Viéndose al borde del precipicio, raro es el hombre, macho o hembra, que no sienta miedo. Y el miedo es un regalo de la Naturaleza para hacernos reaccionar ante el peligro. Podemos huir, ¿pero adónde? O podemos utilizar nuestras facultades para enfrentarnos al peligro y vencerle.
A todas estas crisis que estamos sufriendo, los que buscan el poder a toda costa responden renunciando a todo atisbo de bondad. En la primera potencia mundial, los votantes que no pasaban de homínidos eligieron presidente a una estrella de la televisión que tenía conocimientos muy someros de geografía, historia, economía y, más someros aún, de política. Los cuatro años de su mandato fueron un desastre que puso en peligro a la democracia más antigua y, aparentemente, más consolidada del mundo, y que amenazó a toda la humanidad con abocarnos a una distopía de película. Hoy sabemos que las locuras de Donald Trump podían haber acabado con las sociedades civilizadas si no hubiera sido porque unos cuantos asesores cuerdos hicieron todo lo posible, abiertamente y en secreto, por evitar que las órdenes del presidente desquiciado salieran del Despacho Oval. Donald Trump se presentó a un segundo mandato. Que no fuera elegido confirmó la buena salud de la esperanza; esperanza que habrá que mantener con vida porque Donald Trump ha decidido volver a presentarse como candidato a la presidencia en 2024. A punto de ser imputado por numerosos crímenes, ¿qué le hace suponer que tiene todas las de ganar? Trump tiene una fe ciega en el poder de la propaganda, en su talento para convencer a homínidos de que acepten como certeza cualquier disparate que se le pueda ocurrir. Y su fe tiene fundamento. Perdidas las elecciones, consiguió convencer a millones de homínidos de que había sido el mejor presidente de los Estados Unidos en doscientos años de democracia y obtener cientos de millones de dólares en donaciones para financiar sus caprichos. Ese éxito pírrico le convirtió en modelo de los líderes fascistas del mundo entero.
Desde Brasil a Rusia, pasando por España y hasta por Israel, las palabras de los que aspiran a deshumanizar a la mayoría para asegurarse el poder se convierten en instrumentos de la propaganda. Sabiendo que los medios y las redes sociales han conseguido en poco tiempo destronar a la verdad y conseguir que cualquier mentira la suplante, los líderes fascistas de todo signo se dedican a mentir con la certeza de que la mentira puede llevarles al poder. Lo más grave es que en medio de mentiras que pueden calificarse simplemente como disparates, de repente se cuelan, por inadvertencia o con intención, mentiras que esconden un peligro mortal. Son las mentiras que alteran las vísceras de los homínidos despertándoles el odio e incitándoles a la violencia. La misoginia, el racismo, la aporofobia y todas las fobias que provocan el odio de los homínidos contra todo ser viviente son las infecciones que desata el virus del fracaso vital de esos homínidos y que hoy llenan de muertos las calles y las casas de cualquier país. La propaganda infrahumana ha convencido a los homínidos de que las hembras o los negros o los chinos o los homosexuales o los pobres o cualquiera que se individualice por su diferencia son los culpables de su fracaso, lo que les da derecho a vengarse matándoles. ¿Y eso tiene remedio?
El remedio a la maldad es tan sencillo de encontrar como sencillo resulta descubrir la misión del hombre en el mundo. Para poder crear, el hombre necesita la facultad natural de la libertad. Atentar contra la libertad de otro, de la forma que sea, es malo. Lo bueno es vivir creando y dejar vivir a los demás.
Bueno…¿Y qué digo yo ahora después de esta exposición tan clarificadora?
Pues poco que añadir a tu discurso, quizás acordarme de Charles Darwin y su «El origen de las especies», y la selección natural.
Seamos fruto de un Dios al que creamos a nuestra imagen y semejanza, no al revés, o de la naturaleza, lo cierto es que nuestra especie en millones de años de evolución ha llegado a comprender muchos de los misterios que atormentaron a filósofos de todas las épocas.
En 1969, el hombre evolucionado a moderno, posó su pie en la Luna. Hoy se buscan caminos para hacer lo propio en Marte; varias sondas enviadas desde la Tierra viajan fuera de nuestra galaxia en busca de exoplanetas que descubrir, y por qué no, habitar en un futuro lejano, pero posible.
Mientras los hombres de ciencia siguen evolucionando y haciendonos evolucionar, otros, los que todos conocemos, esos que codician el poder sobre los demás, el dinero y su propio bienestar, sea al precio que sea, hacen involucionar a masas de semejantes con ese arma tan poderosa que tú describes, la palabra, la palabra convertida en propaganda con fines espurios.
El ejemplo de Donal Trump es palmario, es el paradigma de ser humano desnaturalizado, egocéntrico y hecho solo para el servicio del mal. Lo logró durante cuatro años, lo volverá a intentar en las próximas elecciones presidenciales en EEUU ¿Conseguirá volver a calar su mensaje excluyente y egoista en los cerebros de la América profunda y no tan profuenda?… No lo sé, lo sabremos cuando llegue el momento. Lo cierto es que si la justicia de aquella nación no logra pararle los pies por tantas fechorías cometidas es muy posible que vuelva a ganar.
Más cercano tenemos el ejemplo de una indigna representante de toda una CA, la más rica del país, se llama Isabel Díaz Ayuso y es la personificación de la maldad con poder.
Si en el mes de mayo de este mismo año vuelve a ganar en Madrid, habrá que convenir que ni su responsabilidad en la muerte de más de 7 mil ancianos en las residencias, ni el destrozo de la Sanidad Pública o la educación importa nada a sus fieles votantes, esos hedonistas que solo aspiran a una ciudad creada para los ricos y que mantiene en el ostracismo más atroz al resto de los ciudadanos, pobres, medio pobres o medio pensionistas.
Yo creo que no lo va a lograr, creo que por muy poco evolucionados que esten algunos seres humanos, esconder tanta basura le será imposible porque esa basura desborda y mancha todo lo que toca.
En el otro fiel de la balanza tenemos un Gobierno nacional que se exfuerza y trabaja cada día para que la vida de los ciudadanos de este país sea cada vez mejor, con más derechos, más empoderamiento de la mujer y mejores expectativas para una juventud que necesita de todo nustro apoyo para tener un futuro al que asirse, y eso, por más que les j…a a la mala gente, solo lo puede conseguir Pedro Sánchez Pérez-Castejón, un estadista inteligente y buena persona, con un Gobierno de, y para la Gente.
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Gracias por tu comentario. Dices todo lo que yo no puedo decir porquemis artículos circulan por otros derroteros. Lo cercano te lo dejo a ti. Muchísimas gracias y ahora mismo voy a publicarlo en FB
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Felicidades por todos sus artículos y comentarios
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Muchísimas gracias
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