Exterminadores

Pues bien, como predecían las encuestas, Marine Le Pen quedó en segundo lugar en las elecciones francesas, lo que le permitirá competir con Emmanuel Macron en la segunda vuelta, el 24 de abril. Todos sabemos que Le Pen, como tantos correligionarios suyos en Europa y América, predica las ideas de la extrema derecha ventilando xenofobia, misoginia aún siendo mujer, homofobia y otros horrores paridos por el odio. Nada insólito hasta aquí. Lo que sorprende,  lo que escapa a la razón es que a Le Pen le votaron ayer  8,136,369 franceses. ¿Tantos franceses hay torturados por la progenie del odio? La pregunta me lleva a California, donde una señora, aparentemente normal, se presenta a las elecciones para Secretaria de Estado por el Partido Republicano obedeciendo al mismísimo Jesús, Hijo de Dios,  que se apareció a ella y a su hijo dentro de su armario  llevando un rollo con sus instrucciones en la mano, como ella misma contó en un programa de televisión. El relato de esta aparición sobrenatural llevó a un prestigioso analista político a cuestionar la salud mental de la señora. Pero, ¿no sería más preciso cuestionar la cordura de los compañeros de partido que votaron por su candidatura y la cordura de los militantes que llenan sus mítines?

La democracia sufre en el mundo entero la amenaza de politiqueros populistas, corruptos, autocráticos. Lo estamos viviendo. Ya no hay analista serio que no enuncie esta pavorosa realidad. Sin embargo, no es esa ralea de individuos la que pone en peligro la libertad y el bienestar de los ciudadanos. El peligro mortal que en las democracias nos amenaza a todos es la cantidad creciente de votantes que, por diversos motivos, votan por politiqueros populistas, corruptos, autocráticos, entregándoles el poder para que hagan con nuestras vidas lo que más convenga a las suyas. Cuando esos votos irracionales otorgan la mayoría a un candidato sin empatía ni valores humanos, es decir, a un psicópata, el ciudadano empieza enseguida a sufrir las consecuencias de un maltrato que trasciende el ámbito doméstico afectando a los hogares de todos los pobres y medio pobres; afectando a las mujeres; afectando,sobre todo, a los diferentes, a los extranjeros. Cuando un psicópata de esos llega al poder, su acción destructiva se concentra sobre los ciudadanos más vulnerables porque es de ellos de los que logra extraer mayores beneficios. La pregunta que urge responder es cómo consigue ese voto el psicópata que amenaza destruir las vidas individuales y la convivencia social. 

El psicópata integrado, el que no se distingue por asesinatos en serie y otros delitos que los medios destacan en sucesos, destruye lentamente la autoestima de su víctima alimentando su ego  con la humillación constante del otro hasta acabar con la vida de su mente y de sus ganas de vivir. No es una asesinato violento; es un asesinato oculto, silencioso que por ello suele resultar impune. El psicópata integrado pasa inadvertido en sociedad porque su conducta no excede de parámetros considerados normales y hasta pueden pasar por excelentes personas, socialmente encantadoras. A esos psicópatas apelan los discursos populistas de los autócratas. Siendo los autócratas personalidades psicopáticas también, poseen la inteligencia que les permite desarrollar en grado sumo la habilidad de la manipulación consustancial a este tipo de psicopatía. 

Para explicar los votos que reciben los populistas que se presentan a elecciones con ideología fascista o sin ideología ni programa definido, los analistas recurren a la ignorancia del votante, a su malestar ante los problemas del país y a su pérdida de confianza en la política de los partidos convencionales. Estas explicaciones responden a un análisis sin duda racional, pero se quedan en la superficie. Ninguna persona psicológicamente equilibrada intenta mejorar su situación económica y social votando por el candidato de un partido sistémicamente corrupto o cuya ideología garantiza la utilización de los impuestos para beneficiar a empresas privadas ignorando la necesidad de los servicios públicos. Ninguna persona psicológicamente equilibrada vota por el candidato de un partido que predica el miedo y el odio al extranjero instilando sentimientos tóxicos y sensación de inseguridad. Ninguna persona psicológicamente equilibrada, hombre o mujer, vota por el candidato de un partido que niega el derecho a la igualdad de hombres y mujeres y que niega la libertad de hombres y mujeres para emparejarse según su santa voluntad con personas del mismo sexo. Ninguna persona psicológicamente equilibrada vota por el candidato de un partido que niega, de un modo u otro, la libertad, las libertades que garantiza la democracia. La única explicación que apunta al núcleo del problema no es, por lo tanto, ni política ni sociológica. Los millones de votos que obtienen candidatos fascistas, sean de extrema derecha o extrema izquierda; el constante incremento de votos de partidos fascistas en todo el mundo actual responde a causas psicológicas, por lo que son los psicólogos y psiquiatras, no los analistas políticos, los que pueden aportar soluciones a este gravísimo problema que nos afecta a todos. 

Al carecer de la empatía que hace de la persona un ser humano, el candidato psicópata ignora a quienes no le reportarán otro beneficio que votarle y solo les tendrá en cuenta para manipularles con mentiras durante sus campañas electorales y sus mandatos. En situaciones más o menos normales, suelen aumentar la pobreza de los que no son ricos negando toda asistencia pública; en situaciones extremas, llegan a provocar guerras cuando consideran que pueden beneficiar sus intereses. Al carecer de la empatía que hace de la persona un ser humano, el psicópata no ha llegado al grado de evolución que puede considerarse humanidad. Enfocando, pues, el problema desde una perspectiva antropológica, los psicólogos y los psiquiatras son los únicos que podrían encontrar una solución a los trastornos de candidatos tóxicos y a los trastornos de aquellos que les votan. Por ejemplo, el fenómeno fue estudiado por el psiquiatra polaco Andrzej M. Łobaczewski que sí llegó a conclusiones profundas sobre el modo en que los autócratas influyen en el avance de la injusticia social  y cómo se abren paso hacia el poder. Dice en su obra más importante que la autocracia, que él llama patocracia por su origen patológico, es una enfermedad de grandes movimientos sociales seguidos por sociedades enteras que, durante la historia, ha afectado a movimientos sociales, políticos y religiosos, al igual que a las ideologías que la acompañan, convirtiéndolos en caricaturas de sí mismos.

No habíamos salido de una depresión apabullante cuando nos cayó encima una pandemia que, de un modo u otro, nos ha afectado a todos; que a todos nos amenaza con convertirnos en caricaturas de lo que fuimos. Todos necesitamos en mayor o menor medida, tratamientos que nos permitan recuperar nuestra humanidad; es decir, el uso correcto de nuestra razón y la empatía que nos permite vivir como seres humanos en sociedades humanas. La cualidad humana es lo único que puede vencer a los exterminadores de la democracia, de la convivencia en paz, en unión, en auténtica libertad consciente de nuestros derechos y solidaria con los derechos de todos los demás.   

Publicado por MARIA MIR-ROCAFORT - WEB

Bloguera. Columnista

8 comentarios sobre “Exterminadores

  1. Denso artículo María. Lo cierto es que no puedes estar más cargada de razón.
    Es difícil explicar el comportamiento de estos nuevos bárbaros a los que llamas exterminadores. Es difícil y complejo entender a quienes los eligen para la gobernabilidad de la cosa común, que no es otra cosa que la política.
    Es cierto que tendrán que ser psiquiatras y psicólogos quienes puedan dar una explicación razonable a estos comportamientos, pero creo que mientras esa explicación nos llega deberíamos pertrecharnos en las trincheras de la razón y el humanismo. Dejar de leer cierta prensa, de ver determinados programas de televisión y de oír radios que infectan las ondas hertzianas. No entrar jamás a discutir con un estulto, ellos siempre ganan porque tienen más costumbre que tú y menos vergüenza ajena a deslizar cualquier barbaridad en su discurso.
    Es complicado tratar de aislarse de todo eso, lo sé, pero yo lo intento cada día con desigual fortuna, es lo cierto, aunque sigo intentándolo.
    En la comunidad autónoma donde vivo se nos han colado de rondón ejemplares de esos exterminadores de los que hablas, no han empezado todavía a gobernar y ya sentimos la fetidez de sus soflamas proclamadas urbi et orbe en todos los medios, apenas nadie opone una mínima resistencia. No, no son cretinos la mayoría de la sociedad castellano leonesa, que va, pero si acomodaticios, laxos y despreocupados. Son esos que miran el dedo cuando el sabio señala la luna, algo consustancial en la mayoría de las sociedades.
    Aislarlos, no nombrarlos y reforzar la voluntad de disidencia ante sus siempre inhumanas intenciones.
    Tienes mucha razón en una cosa, amiga: La cualidad humana es lo único que puede vencer a los exterminadores de la democracia, de la convivencia en paz, en unión, en auténtica libertad consciente de nuestros derechos y solidaria con los derechos de todos los demás. Son tus palabras, María Mir-Rocafort y con ese consuelo me quedo.

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  2. Reblogueó esto en Não traz sentidoy comentado:
    «Ninguna persona psicológicamente equilibrada vota por el candidato de un partido que niega, de un modo u otro, la libertad, las libertades que garantiza la democracia. La única explicación que apunta al núcleo del problema no es, por lo tanto, ni política ni sociológica. Los millones de votos que obtienen candidatos fascistas, sean de extrema derecha o extrema izquierda; el constante incremento de votos de partidos fascistas en todo el mundo actual responde a causas psicológicas, por lo que son los psicólogos y psiquiatras, no los analistas políticos, los que pueden aportar soluciones a este gravísimo problema que nos afecta a todos. «

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    1. Gracias por rebloguearme. Me dice WP qque has comentado el artículo, pero no encuentro tu comentario y me gustaría leerlo. Gracias otra vez

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