
Habrá quien, fuera de Andalucía, ignore a las elecciones andaluzas por considerarlas un asunto extraño a sus intereses. También hay quien, por lo mismo, las ignora aún viviendo en territorio andaluz. Mientras, en la nube negra en la que se refocilan las fuerzas malignas que están amenazando al mundo entero, estallan risas de película de vikingos en una escena de plena borrachera. Se ríen de nosotros, se ríen de los que van por la vida creyéndose algo sin darse cuenta de que, para los reyes de las finanzas, solo somos bufones reemplazables.
Todos los analistas de la realidad sociológica y política coinciden en que los ciudadanos con derecho a votar se han derechizado. Prescindiendo de explicaciones filosóficas y psicológicas y sociológicas y de cifras y de cuanto solo pueda interesar a especialistas, la aparente derechización de sociedades diversas puede observarla cualquiera, por poca luz que tenga su entendimiento, a simple vista de pájaro. Parece una moda, como la de los vaqueros rotos o descosidos.
A finales de los años 60 del pasado siglo, la moda era la revolución. Las sociedades empezaron a izquierdizarse. Lo moderno era transgredir las normas que habían impuesto hasta entonces sociedades clasistas. Pero la moda es cíclica; tiene que serlo porque no hay diseñador capaz de producir novedades sin límite. De repente, alguien tuvo la brillantísima idea de inventar la tarjeta de crédito y las vidas de casi todos dieron un vuelco. El nuevo siglo empezó a imponer una moda vieja con ciertos detalles que la hicieran pasar por nueva. Volvieron los vaqueros rotos que habían hecho furor en los 90, pero volvieron de marca y caros para que nadie los confundiera con los pantalones gastados de un obrero. Las tarjetas de crédito permitieron a las masas acceder a ese lujo y al lujo de sentirse burgueses y distinguirse del montón por su observancia de la moda y su capacidad de cambiar de coche y de ir de vacaciones a algún lugar más o menos remoto en el que creerse ricos por unos días gracias a a la indolencia que suponían a los ricos.
Mientras, los banqueros se reían, se ríen, calculando ingresos multimillonarios procedentes de los medio pobres que se tienen por medio ricos gracias a tarjetas de crédito y préstamos. Las cifras de empleo van bien y eso significa que van bien las nóminas ingresadas en bancos y eso significa que, amparados por esas nóminas, los del montón podrán seguir endeudándose para seguir creyendo que pertenecen a una clase superior. De esa ilusión crecen las fortunas mareantes de banqueros y de quienes venden productos que atraen a millones de medio pobres que se endeudan para comprarlos, para sentirse miembros de esa nueva clase global de quienes empeñan sus vidas para pasar por acomodados. Es muy probable que de esa nueva clase haya surgido la derechización.
Con los pies en la tierra y sin dejar que la mente se ponga a elucubrar sesudas explicaciones, cabe responder sencillamente a una sencillísima pregunta. La derechización, ¿qué tiene de malo? Si uno se lo pregunta a los millones que por el mundo entero asisten a mítines de politiqueros de las llamadas derechas y ultraderechas, dirán que nada y que al contrario. La gestualidad de un Donald Trump, por ejemplo, con movimientos de labios y cabeza dieciochescos, algo afeminados, extravagantes en un cuerpo de su envergadura, y los disparates y barbaridades que dice resultan más divertidos que cualquier espectáculo. No es lo mismo ver y oír a un comediante esforzarse por un sueldo para hacer reír, que ver y oír a todo un político soltando paridas con gestos estrambóticos, máxime si es presidente de alguna parte. Y aunque todavía no sea presidente. En nuestra Andalucía, sin ir más lejos, acabamos de tener una demostración. Abascal, o los asesores de campaña de Vox, tuvieron la brillante idea de traer a Georgia Meloni, italiana ex ministra en uno de los gobiernos de Berlusconi y presidenta de varias juventudes fascistas, como estrella en un mitin de Macarena Olona. Puse vídeo del mitin. Empezó la señora con una voz tan baja y suave que me costó oírla. Acerqué mi oreja al aparato por el que sale el sonido y de pronto la individua suelta un grito que descontrola mi mano y me doy en todos los dientes con mi taza de té. Chilla, no para de chillar al punto que parece que le va a dar algo. Que sí y que no, dice. Que sí a la familia natural y que no al lobby LGTBI; que sí a la identidad sexual y no a la ideología de género; que sí a la cruz y que no a la violencia islamista; que no a la inmigración, que sí a la vida y que no a la muerte. La honestidad me exige decir la verdad y la digo con perdón. Los chillidos y los síes y los noes de aquella mujer hicieron retumbar en mi mente una sola palabra: joder. Una palabra que siguió retumbando como un eco mientras veía a cientos, o eran miles, de asistentes ponerse de pie y empezar a aplaudir y a gritar tan rabiosamente como un forofo tras un gol de su equipo. Cuando los gritos se apagaron, agradecí el aire de mi ventilador y el efecto del fumarato de bisoprolol que me había tomado poco antes de que empezara el escándalo.
¿Qué tiene de malo la derechización? Dicen las encuestas que en las elecciones andaluzas del 19J la mayoría votará por los que aplauden los síes y los noes de la italiana y de sus correligionarios españoles. ¿Y eso qué significa? Eso significa fanatismo, intolerancia, pérdida de libertades y derechos. Pero no será para tanto. Dicen las encuestas que el que va a ganar es un señorito muy bien vestido, simpático, comprensivo, muy preocupado por la gente, dice. Dicen que si no gana con votos suficientes gobernará con los de la que chilla, pero eso está por ver. Por lo pronto, a millones de medio pobres con créditos que les maquillan de medio ricos no les queda otra que votar por el señorito tan educado que viste tan bien porque ese voto es como el carnet de miembro de la clase global de acomodados. Hoy no está bien visto votar por un partido que lleva en sus siglas lo de Obrero por más que sus políticas beneficien a obreros. Los obreros son de una clase inferior. Hoy no está bien visto ir predicando justicia social. Eso es de los que pasan su tiempo libre en ONGs porque no pueden permitirse otra cosa. Hoy se lleva el individualismo, dicen en la radio, porque en el fondo todo individuo es un emprendedor y emprender empieza por conseguir una buena nómina que se pueda estirar hasta que llegue el éxito definitivo con una buena pensión.
¿Que qué tiene de malo la derechización? Para los ancianos enfermos que murieron desatendidos en residencias madrileñas, por ejemplo, nada. Muertos están y, total, ya habían vivido. La derechización entronizó a una mujer joven y saludable que gracias a su gracia chulona está haciendo a la capital de España más famosa que el chotis de Agustín Lara. Pero no hay médicos. ¿Y quién quiere oír hablar de médicos? Vencida la pandemia, los enfermos vuelven a ser una minoría, y las minorías no ganan elecciones. ¿Es por eso que el señorito que aspira a renovar su mandato como presidente de Andalucía no se lo pensó mucho para echar a miles de médicos cuando se dio a la pandemia por vencida? Exacto. ¿Y todos esos que se quedaron sin médico y tienen que esperar meses por asistencia, por un diagnóstico, por una intervención? Enfermos, o sea, minorías. ¿Pero no dice el señorito que le importa la gente? La gente viva, saludable, con edad y con ganas de votar por quien es la quintaesencia del señorito de buena familia para que, en el momento de depositar el voto, el votante se sienta miembro bona fide del gran club universal de las derechas.
La palabrota que me sacó el espectáculo de la fascista italiana me sigue dando vueltas en la mente cada vez que intento reflexionar. Dicen las encuestas, me repite, además, la aguafiestas que llevo dentro con su irreductible racionalidad. Al carajo, le responde la que dentro de mi quiere seguir creyendo en un mundo en que la mayoría haya evolucionado al nivel de ser humano. Las encuestas no son infalibles; es más, raras veces aciertan. Aún quedan días para animarse pensando que un votante no tiene por qué confundir unas elecciones con un partido de fútbol; que un votante ante la urna sabrá que se juega su propio bienestar y el de su familia durante los siguientes cuatro años.
Hoy, Andalucía guarda el secreto de lo que será el futuro de los andaluces. Para no escuchar voces agoreras, mi memoria me canta, con la voz cristalina de mi madre, la «Andaluza» de Granados que me cantaba cuando era muy pequeña: «Andalucía, sultana mora. Reina del día que ríe y llora…Alma de España que guarda en su entraña amor». Al carajo las encuestas.
Al carajo las encuestas y los agoreros.
Esa nueva clase social de medio pobres con ínfulas lo inunda todo muy bien alimentados por los tontulianos insensatos y cretinos que no entienden el daño que sus opiniones, siempre pagadas, hacen en los cerebros poco dados a la reflexión.
Cuando estalló la burbuja inmobiliaria que crearon las políticas neoliberales de Aznar, todos se echaron manos a la cabeza preguntándose cómo era posible que de golpe no pudiesen pagar la hipoteca de su casa ni las letras del faantástico coche que se habían comprado endeudándose de por vida.
Los desahucios comenzaron a surgir como una plaga bíblica, de golpe se dieron cuenta de que eran pobres, pobres de verdad, que habían vivido por encima de sus posibilidades reales porque los bancos les hicieron creer que ese era su camino a la gloria.
Bien, llegados a este punto nos encontramos con un cambio de Gobierno, el que había lo condenó la justicia por pertenencia a una organización criminal que se había estado lucrando del Estado como si no hubiese un mañana. La esperanza renació, el nuevo Gobierno de coalición resolvería entuertos y facilitaría a las familias más necesitadas de un ingreso mínimo vital (IMV), las pensiones se revalorizaron, no al 0,25% que limosneaba en anterior Gobirno, los fines sociales estaban en el horizonte de esa coalición.
Llegó entonces la pandemia, esa que no respetaba ni clases sociales, ni edades, ni niño muerto. Hubo que luchar y destinar ingentes cantidades de dinero para vacunas, mascarillas, geles… Por si lo anterior no fuese más que suficiente el Cumbre Vieja nos hizo recordar a todos que la naturaleza tiene sus propias reglas, que ante ella no somos más que unos pobres desvalidos. Para tratar de paliar esa desgracia se destinaron, de nuevo, ingentes cantidades de recurso económicos y humanos. No habíamos hecho más que salir de la negra ceniza volvánica cuando una nueva desgracia vendría a desastabilizar, de nuevo, nuestras vidas: la invasión de Ucrania por las fuerzas del canalla ruso Putin. Cómo ocurriera en la crisis del petróleo de 1973, los combustibles fósiles comenzaron a subir de una forma imparable. Los cochazos que muchos habían comprado se quedaron en el garaje, llenar el depósito de combustible impedía llenar la cesta de la compra, la inflacción casi llega a los dos dígitos. Gracias a ese Gobierno de coalición al que las derechas llammaron Frankenstein, las pensiones subieron del orden de un 2,5% las generales y un 3% las mínimas. Ante la subida del precio de la luz, se topó el precio del gas, Excepción Ibérica, lo llamaron en Bruselas. Con todo lo anterior, con la oposición echada al monte de la mentira y la zafiedad, el Gobierno de Pedro Sánchez ha logrado mantener la nave del Estado en el buen rumbo.
Ahora nos dicen que en las elecciones del 19j en Andalucía pueden ganar esos que destrozaron la sanidad pública allá donde gobiernan, que un partido que quiere liquidar el Estado Autonómico, puede gobernar en coalición con la derecha cleptómana y nepotista, las encuestas así parecen indicarlo, esas puñeteras encuestas orientadoras del voto, voto que los medio pobres parecen asumir con total naturalidad, con ellos volverán a ser de la élite, dicen.
Querida amiga y admirada María, no lo entiendo, no entiendo res de res, que dicen en tu tierra.
Solo una esperanza, que la España andaluza, la que siempre ha sido tan maltratada, reflexione y sepa ver dónde está su verdadero futuro.
Un ruego, señor Espadas, gane usted aunque sea por la mínima, pero libre a los andaluces de los tiempos de uniformes, sotanas y señoritos a caballo.
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La barbarie y la estupidez, que son primas hermanas, me separaron de mi tierra mucho antes de lo que la naturaleza tenía previsto
Siempre fui un paria, bien acogido pero un paria, he tenido que sufrir los tópicos de que somos borrachos fiesteros y sobre todo vagos que vivimos de las prestaciones públicas al cambio de vender el voto al PSOE
En cuanto empezaron a gobernar los PEPEROS ya nunca más lo oí decir lo del voto cautivo al cambio de no trabajar, por visto fue votarles y dejar de ser unos indeseables aunque a mi,me parece que no han cambiado de opinión y nos sigue considerando lo mismo,que antes GILIPOLLAS
Tengo 76 año y estoy en alta en la S.Social desde el 13.08.1960 y sigo en activo (62 años) y este años, como los últimos 30, he pagado de mis rentas de trabajo unos 40.000.00 euros y no sólo no me quejo sino que me considero un privilegiado y orgulloso de aportar con mi esfuerzo lo máximo que puedo para que funcione mi país, pese a lo cual los salvapatrias que van ofendiendo nuestra bandera me tienen considerado como un tipo peligroso cuyo fin en la vida es tratar de destruir España.
Si hubiera nacido en cualquier otro sitio de España dirían ! Joder este tipo merece una medalla al trabajo pero como soy andaluz y presumo de ello (con el cordón humbilicar aún colgando me dieron mi primer baño con las,aguas del guadalquivir y eso marca otra siempre)
Lo que dirán ANDALUZ Y 62 AÑOS TRAVAJANDO, esto algún truco tiene
Hace tiempo que dejar de debatir con radicales porque descubrí que me estaba radicalizando como ellos y no me gustó, pero hoy quiero decir
PAISANOS CUIDADO CON EL VOTO Y
AL CARAJO LAS ENCUESTAS
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En tu comentario me he escuchado a mi misma. Por razones diferentes a las tuyas, Yo también fui, durante muchos años, paria en todas partes. Creo que yo también merecería una medalla al trabajo, pero durante toda mi vida laboral, muy pocas veces me pagaron legalmente. Hoy, con 73 años, tengo una pensión no contributiva de 472€ mensuales. O sea, que vivo en la ruina aunque con el privilegio de la estupenda casa que me dejó mi padre. Muchísimas gracias por tu comentario. ¿Me permites compartirlo en FB?
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