
Dice el protagonista de «La legenda del pianista sull’ oceano» que el mundo es el piano de Dios, un piano con un número infinito de teclas; un número infinito de posibilidades. También son infinitas las posibilidades que la libertad confiere al hombre; un número infinito de posibilidades que perviven en una mente humana hasta el final de su vida biológica y quién sabe si más allá. Esta realidad erige una muralla que ningún extraño puede salvar; que no pueden salvar ni psicólogos ni psiquiatras. Nadie puede extraer hechos del análisis de la mente de otro. Todo cuanto se extraiga no será nunca más que una opinión.
A pocos adultos bien informados habrá sorprendido el espectáculo de circo de pueblo que esta semana nos ofrecieron los protagonistas del principal partido de la oposición. Condenado dos veces como partícipe en delitos a título lucrativo, el Partido Popular se ha visto involucrado en tantos juicios por corrupción que solo pueden creer en su honestidad los patéticamente ilusos. No cabe suponer que de esos haya millones en España. ¿Por qué son, entonces, millones los que votan por ese partido en todo tipo de elecciones?
Esta semana, en la pista del circo se expuso una pareja de trapecistas con escasa destreza y ningún arte que se balanceaba en sus respectivos trapecios amagándose mutuamente con un puñal en la mano. El montaje del número era tan penoso que solo podían tomárselo en serio y sentir miedo los más ingenuos. Sin embargo, todos los críticos lo comentaron en los medios como si se tratara de una muy efectiva película de terror y hubo público que se dejó conmover hasta el extremo de tomar partido por uno de los dos protagonistas. Unos llegaron a gritar el nombre de la damisela en la calle acompañados por la policía y por un mariachi que le cantaba al galán derrotado «Canta y no llores». Líderes del Partido Popular con los cargos más importantes se pusieron de parte del galán. Uno de ellos, el de más prestigio, ordenó que no llegara la sangre al río mientras otra, sacada del museo arqueológico del partido, pedía más víctimas. Ganó el más prestigioso y el número terminó con el trapecio en el suelo y los dos trapecistas dándose la mano, aunque la otra mano, tras sus espaldas, ocultaba los puñales. Buena estrategia propagandística para que el público ávido de sangre volviera al día siguiente a por más emoción. No cabe suponer que entre periodistas, líderes y público haya tanto estúpido en este país; entendiendo por estúpido la definición de Cipolla: aquel que hace daño a los demás sin obtener ningún beneficio. ¿Por qué, entonces, se conmueven tantos, de la élite y de la plebe, barruntando en tan triste espectáculo un desastre nacional?
Para responder a esas preguntas y más que nos plantea el asunto habría que sentarse en el taburete de Dios y enfrentarse al teclado de posibilidades infinitas. ¿Quién sabe lo que le pasa por la mente a un mindundi cuando coge una papeleta del Partido Popular y la deposita en la urna electoral? ¿Quién sabe lo que pasaba por la mente de quienes gritaban «Ayuso, presidenta» en la calle sabiendo que les estaban filmando para exhibirlos en un telediario; sabiendo que ante toda España figurarían como partidarios de la mujer que ordenó que no se llevaran ancianos enfermos a los hospitales omitiendo el deber de socorro que exige la ley, que exige la Justicia en cualquier país con poder judicial independiente? ¿No les perturbaba ni el más mínimo escrúpulo, ni un asomo de vergüenza? Cuando Pablo Casado se levanta de su escaño en el Congreso para interrogar al presidente del gobierno sobre su gestión y una y otra vez le repite «sus socios comunistas, etarras, separatistas» como un antiguo disco rayado, ¿no colige que los ciudadanos pueden pensar que carece de ideas, de programa, de liderazgo? Casado podría ofrecer una respuesta fácil a esta pregunta: «Con eso me votan». Pero tomando en cuenta sus insultos al presidente y los insultos al presidente que Ayuso lanza con entusiasmo igual, uno podría sospechar razones más profundas: ¿el odio que produce la envidia? ¿la necesidad de eliminar de la vida política a un hombre como Pedro Sánchez que constantemente, sin decirlo, les recuerda su mediocridad?
Las redes sociales hierven de respuestas, unas más educadas, otras menos y algunas, groseras. En cualquier caso, opiniones, porque nadie puede penetrar en las mentes de los politiqueros fascistas. El gran misterio siguen siendo las razones que mueven a los votantes a entregarles el destino de sus vidas sabiendo que sus vidas importan poco o nada a los líderes del politiqueo; sabiendo que la aparente cercanía al pueblo que esos líderes demuestran cuando acceden a hacerse un selfie con un mindundi no tiene nada que ver con la empatía, tiene que ver con la pesca de votos porque son los votos los que otorgan el poder. Cuando, terminado el recuento en una jornada electoral, cientos o miles de personas jalean a un líder del Partido Popular elegido presidente, expresando su alegría como si la presidencia la hubiesen ganado ellos, uno se pregunta, ¿qué sienten cuando ese líder privatiza la educación, la sanidad? ¿Qué sienten cuando ese líder les niega todo tipo de ayuda de su gobierno porque no se puede dar nada gratis? ¿Se resignan? ¿Se desahogan llenando las redes de improperios? ¿Se sueltan improperios a sí mismos por haber votado a gente que solo les ha utilizado para llegar al poder? O, incapaces de sustraerse a la idea de que pertenecer a un partido de ricos disimula su pobreza o medio pobreza, ¿les siguen votando?
Quien sabe. El teclado de Dios es infinito. El único consuelo de los sensatos es recordar que la esperanza, en el sentido de «a Dios rogando y con el mazo dando», también puede ser infinita si uno quiere.
Me has sorprendido, querida amiga, con un artículo, hoy domingo, pero enseguida entendí la razón.
Es difícil sentarse a ver este lamentable espectáculo sin que te entren una enormes ganas de soltar un improperio. Tú, como mujer educada que eres, lo haces con un magnífico artículo.
Vistas las manifestaciones de ayer y hoy en la calle Génova frente a la sede del PP, sí, esa sede pagada en negro y que sigue siendo faro y guía de todo corrupto de medio pelo o pelo entero, decía que parece una broma de mal gusto el ver y oír a los desaforados seguidores a ciegas de una Hamelín que les ha hechizado con su flauta. Porque tiene que tratarse de eso, un hechizo, de otra forma sería incomprensible, al menos para mí lo es.
Pablo Casado siempre se da un tiro en el pie, es su naturaleza. Lo hizo durante la pandemia y su errática postura con los confinamientos y augurando la rotura del séptimo sello. Lo hizo en Bruselas buscando un apoyo a sus críticas al gobierno de Pedro Sánchez que nunca consiguió ni de sus correligionarios. Lo hizo con los mítines agrícola/ganaderos en la campaña autonómica de CyL.Y lo ha vuelto a hacer con el espionaje a Ayuso ¿Cómo explica que conociendo desde el mes de septiembre 2021 de las veleidades de Ayuso no haya hecho nada para remediarlo o denunciarlo?… No puede, no tiene forma de explicarlo con coherencia.
El PP nunca había tenido una cúpula ejecutiva tan falta de inteligencia y liderazgo. Casado fue elegido presidente por el empeño de los enemigos de Saénz de Santamaría, saben que se equivocaron, pero ya conocen aquello tan español de soltenello y no enmendallo.
Ayuso morirá de éxito, al tiempo, y Casado de inútil y mediocre, entiéndase que me refiero a politicamente.
Los votantes de la una y del otro seguirán haciéndolo, fuera de toda lógica, pero así será.
Malos tiempos para los creadores de la gestapillo y sus acólitos.
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