Pedro Sánchez contra la dinamita

¡Peligro! Ya hace un tiempo que se están colocando explosivos en varios pilares de todos los continentes del mundo para provocar la demolición controlada de la democracia. En los Estados Unidos de América, la mayor democracia del mundo, supuesta impulsora y vigilante de todas las democracias, los explosivos se están colocando con una prisa que alarma al estamento intelectual de todas las tendencias. Ya no hay periodista comprometido con una información veraz ni analista político sensato que no manifieste su preocupación ante una hecatombe que se teme muy próxima. Son muchos los datos que la hacen predecible. El Partido Republicano se ha entregado en cuerpo y alma a Donald Trump, un demente que estuvo a punto de dar un golpe de estado para no perder la presidencia y que está dispuesto a presentarse otra vez a las elecciones en 2024 para acabar de una vez por todas  con la democracia en su país. Un partido que se consideraba conservador hoy exhibe un radicalismo inmoral aprobando leyes que restringen el derecho al voto de las minorías, entre otras barbaridades, para evitar que el Partido Demócrata, progresista, vuelva a ganar elecciones estatales y generales. Si, gracias a esas leyes, el Partido Republicano se instala en la Casa Blanca y en el Congreso con mayorías invencibles, los Estados Unidos sufrirá el triunfo de los supremacistas blancos, bajada de impuestos para los más ricos, restricciones a la inmigración, aumento del gasto militar, restricción de los derechos de los sindicatos,  prohibición del aborto; es decir, racismo, puritanismo anticristiano y  capitalismo salvaje. ¿Eso afecta a los españoles? En España corremos el mismo peligro si ganan elecciones las tres derechas.

Me encanta Rachel Maddow, para mi la mejor presentadora y analista política de la televisión americana. Comenta todos los temas con veracidad y claridad, todos lo hacen en las cadenas serias, pero Maddow los expone con un toque de humor que permite escuchar la situación desastrosa de la política  y los peligros que amenazan a su país con una sonrisa. Ese toque de humor no lo da una ocurrencia ni un chiste. Lo da Maddow partiéndose de risa sin contención cada vez que suelta el último disparate de Donald Trump y de sus súbditos del Partido Republicano. 

A la hora de decir disparates, los politiqueros españoles no tienen nada que envidiar a Trump y a los trumpistas, pero aquí los presentadores y tertulianos no se atreven a reírse, tal vez porque la mayoría confunde la altura intelectual y moral con la equidistancia y temen que su imparcialidad se cuestione si se ríen de alguna barbaridad de las derechas. Anoche, sin embargo, un presentador muy serio no pudo contener la risa cuando un entrevistado de derechas soltó una parida para morirse. Hubo tuiteros que se lo agradecieron. Nada como una sonrisa para sobrellevar una tormenta con algo de alivio. 

Hace unos días, una insigne de esa  política ultraconservadora que se disfraza de liberal nos ofreció un entremés digno de encomio y agradecimiento. Lo de Esperanza Aguirre llamando chiquilicuatres y niñatos a los de su partido de Madrid y rematando, con toda la cara, que tiene su conciencia tranquila, es para alegrarle el día al más amargado. Imagino las carcajadas de Maddow ante la risible confesión de inocencia de una señora que montó en su entorno una charca con una especie de ranas de lo más sucio para que fueran ensuciando la política madrileña sin cuartel. Y es que Esperanza Aguirre es muy bruta, -en la tercera acepción del diccionario, no como insulto-, muy bruta a pesar de sus estudios. Sorprende que la  educación recibida no haya pulido su tosquedad, pero la herencia genética continúa reservándose misterios que no quiere revelar ni a la ciencia. Solo un ser omnisapiente sabe de qué antepasado sacó Esperanza Aguirre su brutalidad y la egolatría que la convierte, a sus ojos, en superheroína invencible. Aguirre vive en su mundo, un mundo en el que Saramago se convierte en Sara Mago y Santiago Segura no existe; en el que ella está por encima de leyes y normas porque policías y jueces saben con quién están hablando cuando hablan con ella y se cuidan muy mucho de incomodarla; un mundo donde todos sus caprichos se materializan porque quien se arriesga a desencapricharla sabe que corre el peligro de desaparecer del mapa de sus intereses, y la señora tiene poder. Puede decirse que en esto, como en otras cosas, Esperanza Aguirre pertenece al grupo psicológico de Donald Trump. Y puede decirse más. Las derechas españolas pueden presumir de haber tenido en ella a una precursora de Trump que si no se adelantó al americano en fama, fue porque España, parva península del sur de Europa, solo suena en el mundo por la genialidad de sus cantantes, actores  y cineastas. 

A Esperanza Aguirre le ha dado por aupar a Isabel Díaz Ayuso a la presidencia de su partido con la esperanza, se supone, de que llegue a presidenta del gobierno del país. Aquí está la dinamita para la demolición de la democracia en España y no es broma. Díaz Ayuso, fotogénica y con cierto talento como modelo,  no tiene ni pajorera idea de nada que tenga que ver con política y gobierno, y en eso se ha fundado su triunfo en el partido en unos momentos en que no conviene que las figuras políticas que dan la cara a la prensa sepan de asuntos serios. Si los que mandan le dicen a Díaz Ayuso que tiene que asistir a un hospital privado con mil millones de euros, ni lo cuestiona ni quiere enterarse de cómo ese hospital los va a invertir. Para ella, ese gasto tiene el mismo valor que una subvención a una corrida de toros. Si después de un posado trágico en una catedral, de luto la ropa y los chorretones que le caen de los ojos por las mejillas, se va a celebrar una inauguración sonriendo como corresponde a una inauguración, al espectador le sale una sonrisa y lo agradece. Este es el secreto del triunfo de Díaz Ayuso en Madrid. En medio de una tragedia muy negra, ¿qué mejor que un discurso tan infantil que hasta inspira ternura?, ¿qué mejor que la gracia salerosa de una madrileña de postín que no tiene el mal gusto de amargar al personal hablando de una pandemia? Esperanza Aguirre, que de vender política sabe mucho, está cosechando un triunfo tras otro con su pupila porque su pupila arrastra a los que se identifican con su ignorancia y aplauden sus posados y discursos agradeciéndole la diversión. Encima, no deja de dar palos a Sánchez y al gobierno como la marioneta del bueno de los viejos teatros de títeres que la emprendía a palazos contra el demonio para regocijo de los niños. Pues bien, si el voto de los que se identifican con ella y agradecen su salero un día la llevaran a La Moncloa dándole el gobierno del país, los que mandan, que son los que más tienen, y los que roban porque son los que más quieren tener, convertirían a España en un banco para ricos privando a los que no lo sean de voz y voto.     

¿Y Pablo Casado? Pablo Casado fue la primera caja de dinamita en la que se pensó para la demolición de la democracia, ese invento para beneficiar a pobres y medio pobres. Al igual que Díaz Ayuso, de política no sabe más que lo que le escriben en los discursos, pero carece de la gracia de la madrileña que atrae los votos de quienes solo quieren saber de política lo que les divierte. Casado se ha tomado demasiado en serio su cargo en el partido y su escaño en el Congreso. Contra Sánchez la emprende con mala leche y la mala leche le contrae los músculos de la cara. En la mayoría de los posados que aparecen en las redes sale como si estuviera sufriendo un retortijón de tripas. Esas expresiones de dolor sientan muy mal a quienes no quieren que nadie les recuerde el virus que sigue enfermando y matando. Además, su valedora ya no tiene poder y está demasiado ocupada intentando resolver sus asuntos y los de su marido con la Justicia. Pablo Casado se está quedando solo. Parece que ya sólo cuenta con uno de su mismo nivel intelectual que intenta hacer gracia, pero sin conseguirlo, y otro que va de serio, pero no consigue  superar ni una entrevista sin poner de manifiesto el embrollo ininteligible de sus contradicciones.   

La última caja de dinamita la pondría Vox porque, seguramente, ni Díaz Ayuso ni Casado podrían gobernar sin sus votos. No hace falta repetir la lista de leyes que acabarían demoliendo la democracia porque cada día salen informaciones al respecto en la prensa de Madrid y de las otras comunidades autónomas donde gobiernan las tres derechas. Y hay que decir tres porque Ciudadanos, relegado a las sombras, espera a que alguno de los otros dos partidos o los dos a la vez le necesite para formar mayorías. En ese caso, Ciudadanos acudiría raudo a asistir a cualquiera de los dos que le llamase, haciendo a su supuesta ideología los ajustes que hicieran falta con tal de aparecer en alguna parte. 

Pedro Sánchez, su partido y sus socios de gobierno saben perfectamente lo que está pasando aquí y en muchos otros lugares, sobre todo, en Estados Unidos. Las grandes corporaciones y las grandes riquezas no se resignan a la derrota del capitalismo salvaje, llamado, eufemísticamente, neoliberalismo. Estaban tocando la victoria definitiva con la yema de los dedos cuando al mundo entero llegó un virus que les echó para atrás. Ahora tienen que volver a empezar, pero son persistentes. Los politiqueros a su sueldo tienen la orden de convencer al personal de que todas las izquierdas son iguales y  equivalen al comunismo, que se adueñó de  la propiedad privada y confiscó todos los derechos y libertades de los ciudadanos.  Si consiguen convencer a la mayoría, podrán apretar el botón que cause la demolición controlada de la democracia para siempre, asegurándose de que no habrá en el mundo virus ni fuerza alguna que les impida la hegemonía definitiva.

La socialdemocracia, que sí respeta derechos y libertades individuales, pero que, conscientes de que no son posibles sin una distribución justa de la riqueza, procura garantizar sueldos justos, pensiones, ayudas a los más vulnerables; la socialdemocracia que otorga la máxima prioridad a la sanidad y la educación públicas; la socialdemocracia que hoy gobierna en los países más adelantados lleva en su nombre lo que las derechas trumpistas quieren demoler: la democracia. Mientras los ciudadanos puedan votar libremente, siempre cabe la esperanza de que la mayoría se niegue a que los politiqueros manipulen sus emociones, y procure informarse para descubrir mentiras y disparates antes de votar. Con Biden en Estados Unidos y Pedro Sánchez y su gobierno en España, aún cabe la esperanza de que los ciudadanos sepan apreciar las medidas que convienen a su bienestar y rechacen la intoxicación de los medios interesados tomándose unos minutos cada día para contrastar la información que reciben sobre los avatares diarios de la política. Ni Pedro Sánchez ni ningún otro presidente de un gobierno democrático puede solo contra la dinamita que los politiqueros y los medios de desinformación acumulan para demoler nuestras libertades y nuestro bienestar. Los gobiernos democráticos necesitan más que nunca la ayuda de los ciudadanos. Al mismo tiempo que en los Estados Unidos los republicanos aprueban leyes antidemocráticas, surgen las asociaciones de ciudadanos para oponerse a ellas por todos los medios; manifestaciones pacíficas y recursos a tribunales. En España, por el momento, basta con que los ciudadanos voten racionalmente rechazando los intentos de las tres derechas de atontarles para que voten con las vísceras, como pasó en Madrid.  

Publicado por MARIA MIR-ROCAFORT - WEB

Bloguera. Columnista

5 comentarios sobre “Pedro Sánchez contra la dinamita

  1. No puedo más que aplaudir y por ende estar de acuerdo con todo lo expuesto en su artículo. Me preocupa la incapacidad de una enorme parte de la población de darse cuenta de la realidad, de cuanto manipulan los interesados nuestra opinión y visión de las cosas. Da miedo ver como discursos plagados de odio triunfan, muchas veces con el apoyo de gente de a pié.

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  2. María toda la verdad de lo que está pasando, hay mucha incultura política y mucha ignorancia!! Gente trabajadora dicen que todos son iguales, no ven todo lo que se está haciendo y se ha echo con la pandemia .

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  3. Como todos sabemos, Alfred Nobel descubrió la dinamita. Horrorizado del uso que se daba a la misma, creó la Fundación Nobel, para otorgar reconocimiento y dinero a seres humanos o instituciones que hicieran grandes descubrimientos o cosas extraordinarias para la humanidad.
    La dinamita destruye, es su condición. Algunos seres humanos parecen poseer esa misma cualidad indeseable, destruir a través de sus actos o sus palabras.
    Los discursos descalificadores, la sal gruesa, el odio y el aderezo indispensable de la burricie, crean políticos como los que María Mir-Rocafort tan bien describe en su artículo.
    Es harto complicado neutralizar ese discurso, mojarles la pólvora para neutralizarlos. Muy pocos medios consiguen a duras penas hacerlo, algunos políticos también logran mitigar los estragos de la demolición controlada de nuestra democracia.
    La mayoría de ciudadanos se quedan en la superficie de las mentiras repetidas, una y otra vez, por los dinamiteros de la democracia. Los otros ciudadanos que, curtidos ante los ataques furibundos de las derechas, buscan descubrir para todos, las mentiras de los Casados, Ayusos, Abascales y demás tropa. Algunos lo logran, son los Maraña, Cintora, Ruíz, María Mir… Sus opiniones valen su peso en oro, sin ellos, los dinamiteros tendrían siempre la pólvora seca preparada para demoler los cimientos de la socialdemocracia que tanto dolor y sangre costó conseguir.
    No les demos cuartel, denunciemos siempre sus mentiras y su maldad. Si nosotros no nos protegemos de ellos nadie va a hacerlo.

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