El orgullo de ser raro

Mirando hacia la cama, se puso una camiseta y un tejano que había elegido el día anterior con la intención de lucirse. Vio que su amante se despertaba, se desperezaba, la miraba, la veía y sus ojos, aún somnolientos, se iluminaban con una sonrisa. Se estiró la camiseta para que su amante pudiera leer lo que decía. Decía, en letra caligráfica, «This is the beginning of loving yourself». Unos dos años atrás, esa camiseta, en el cuerpo de la mujer de su hijo, le había llamado la atención por ese texto. Prácticamente se la robó porque, sin vergüenza alguna, le pidió a su nuera que se la regalara. Pero el entusiasmo le había durado muy poco. Pronto se dijo que una sencilla camiseta blanca con un texto y una rosa roja, combinada con unos tejanos, no era un atuendo adecuado para una vieja de setenta y pico. La camiseta fue a parar al armario y allí durmió unos dos años hasta que la noche anterior, una mujer rejuvenecida la había recordado de pronto y la había elegido para ponérsela al día siguiente.

-¿Te la acabas de comprar? -le preguntó su amante.

Le contestó contándole el origen de la camiseta y la razón del largo encierro a la que la había condenado. La sonrisa de su amante se intensificó iluminada por un toque de triunfo. No dijo nada, pero ella pudo leer en sus ojos el orgullo de saberse parte importante del gran descubrimiento; el descubrimiento de una mujer rejuvenecida por haberse dado cuenta de que cada día era el comienzo de amarse a sí misma. La parte más importante, pensó ella, la había descubierto la psiquiatra, sin duda, pero ella también había crontribuido.

Las mañanas de los domingos, soltando ante su psiquiatra los recuerdos de lo que más la había herido, podían haber resultado auténticas torturas de no ser porque los ojos y los labios de la psiquiatra se iluminaban y sonreían con el amor de la amante que a ella la había chiflado desde el primer día. Y eso que después de las primeras sesiones ella la importunaba con la misma estúpida pregunta: «¿Qué ha visto en mi, vieja decrépita y traumada, una mujer como tú, para haberte enamorado de mi ?» «He visto, agazapada en tu alma, a una niña que piensa, con su mente privilegiada, para no sentir el ansia del amor que no ha tenido nunca», le contestaba su amante en la versión reducida que ella guardaba en su memoria y que recordaba para levantarla en cada uno de sus frecuentes bajones «Tengo una mente privilegiada», se repetía riéndose de sí misma. «Y tengo diez años perpetuos. Todo lo que me pasa es falta de amor». Y cuando el amor empezó a llegarle todos los viernes a la 20:30 con casi puntualidad británica, y con ella se quedaba hasta los domingos a las 10:30 más o menos, la niña se quedó sin razones para encogerse en un rincón y salió a jugar con las abejas y las mariposas a plena luz del día.

¿Dónde estaba yo?, le preguntó una vez a su siquiatra al escucharse a sí misma relatar cómo no había caído nunca en que las mujeres eran discriminadas y los homosexuales rechazados. «En el mundo paralelo que tu mente creó porque el mundo real se te volvió insoportable cuande eras muy pequeña», le contestó su siquiatra. «Pero yo me enteraba de todo», protestó. «Escribía artículos analizando la política, la sociedad». «Tu facultad racional analizaba el mundo exterior según el criterio que había montado tu mente instruida por tu alma. Ese criterio te decía lo que el mundo de los seres humanos debería ser, y tu razón te advertía de que no lo era. A esa contradicción reaccionabas escondiéndote en ese mundo que llamas alma donde tu imaginación te permite concebir el mundo ideal que tu Dios, al crearlo, vio que era bueno»

Cada día era el comienzo de amarse a sí misma, se repitió mientras bajaba las escaleras sintiendo en su cintura las manos de su amante asegurándose de que no cayera. Abajo la esperaba el andador que le permitía caminar sin la amenaza del vértigo provocado por el síndrome de Mènieré. En otro momento, tal vez le hubiera soltado a su amante la misma pregunta estúpida que la atormentaba constantemente; «¿Cómo es posible que te hayas enamorado de mí?» Pero hoy no. Hoy era el comienzo de un amor real a sí misma; real, no provocado por consejos de autoestima; real por habérselo provocado una frase que se había repetido como un mantra toda su vida y por haber practicado, toda su vida, lo que aquella frase le ordenaba: «No te rindas».

-Hoy el desayuno lo hago yo -dijo en tono imperativo.

-Como tú quieras -su amante le respondió.

-Y, oye, hay algo que he querido preguntarte toda la semana. ¿Me llevarías a bailar esta noche? Es el Día del Orgullo.

-Es lo mismo que iba a preguntarte yo. ¿Quieres que vayamos a bailar?

-Quiero

Había vivido treinta años con una mujer y se había casado con ella a plena luz del día y ante la mitad del pueblo sin plantearse siquiera que estaba haciendo algo socialmente rechazable. Se negaba a considerar la validez de las letras LGTBQ+ porque se negaba rotundamente a vivir con una etiqueta pegada a la frente. Cuando el fin de semana anterior su psiquiatra le había despejado sus dudas sobre el género demostrándole que era evidentemente queer y explicándole el significado de ese calificativo, la revelación le había quitado de encima el peso que siempre imponen las incognitas y le había provocado la alegría de saber algo más sobre sí misma. Y esa noche iría a celebrar por primera vez el día de su orgullo. Con la cintura sujeta por las manos fuertes de su amante, sus piernas, sanas y aún ágiles, bailarían celebrando el comienzo de amarse a sí misma de verdad.

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Una de mis canciones favoritas porque siempre me anima, y mi deseo de que anime a todos los compañeros que la escuchen

Publicado por MARIA MIR-ROCAFORT - WEB

Bloguera. Columnista

3 comentarios sobre “El orgullo de ser raro

  1. Ese momento en tu tiempo, ese momento en el que eres feliz, amiga mía, es algo que, creo, buscamos todos.

    Últimamente, tus artículos son tan íntimos, tan personales y a la vez tan generales, que me cuesta trabajo el comentarlos, procurando no caer en la sensiblería que tanto odio.

    Whitney Houston y su «On moment in time» es el colofón perfecto para este artículo intimista.

    Te deseo, María, muchos momentos de felicidad en el tiempo.

    GBH

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    1. Amigo del alma, ¿no querrás decir que mis artículos «íntimos» caen la sensiblería, verdad? Ya sé que no, pero la duda me ha hecho sonreír.
      Hoy empiezo una nueva andadura. Bela, mi amante, me ha convencido de que dé rienda suelta a la filosofía, sin miedo, ampliando el panorama sin encerrarme en la política. Hoy empezaré nuevo blog.
      Como siempre, espero contar con tus comentarios.
      Un abrazote, colega

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      1. Lo de la sensiblería, evidentemente, iba por mí. Te confieso que a veces me pongo un poco ñoño 🙂

        Me alegra muchísimo por ti el saber que vives un nuevo amor y sabes que te deseo toda la felicidad que puedas abarcar en esos momentos en el tiempo.

        Por supuesto comentaré encantado sobre cualquier cosa que escribas, querida amiga.

        Abrazote

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