Ahora que te tengo

Año nefasto. Guerras en Ucrania, Gaza, Líbano, Yemen, etc. Catástrofes naturales en Valencia y otros lugares. En todos esos lugares cifras de personas que han dejado este mundo, personas que han perdido a los que se fueron, que lo han perdido todo; cifras de asesinos y ladrones que aumentan su poder y su riqueza matando, robando, demostrando su condición de homininos infrahumanos.  Y sin embargo y a pesar de todo, también seres de auténtica y plena humanidad que, a pesar de todo, demuestran esas sencillas palabras del autor del primer capítulo del Génesis: «Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera». 

Algunos creemos en un Creador, otros lo sustituyen por la Naturaleza. Da igual. Todo es bueno en gran manera, desde el más minúsculo de los seres vivos hasta el gigante de la perfección mental que es el ser auténticamente humano. 

Año maravilloso. Algunos hombres, machos y hembras, pugnan, siguen pugnando por alcanzar, en medio de circunstancias favorables o de las más adversas, el más alto grado de evolución hacia la plena humanidad dejando a su paso aquello que al Creador hizo exclamar que todo cuanto había creado era bueno. Unos, en la medida de sus posibilidades, luchan por la paz; otros luchan por la supervivencia de la Tierra; otros, en la intimidad de sus vidas privadas, viven con la convicción de que todos los descendientes del Creador o de la Naturaleza somos literalmente hermanos, y ese sentido de la fraternidad impregna y determina todos sus actos. El amor, en cuanto sentimiento, no se le puede imponer a nadie digan lo que digan, hipócritamente, las religiones. El sentimiento que distingue al ser humano de todos los otros seres vivos es la empatía, la compasión. Todos los seres humanos tenemos que sufrir circunstancias adversas que están fuera de nuestro control. Pero solo quienes conocen y actúan movidos por la compasión gozan del consuelo de saber que cuentan, en todo el orbe, con hermanos que comprenden, que empatizan con su sufrimiento y que si no tienen otra cosa que dar, dan sus oídos para escuchar, sus hombros para que el otro descanse, sus brazos para abrazar y consolar. De eso pueden dar fe las víctimas de la DANA de Valencia, por ejemplo.  

Confieso que me tomó muchos años comprender todo esto y ponerlo en palabras. Tuve una infancia, adolescencia  y juventud para mi horripilantes. Como si me hubiera caído encima la maldición antisemita del judío errante pronunciada por el falso cristo anticristiano de los hipócritas que han utilizado siempre el nombre del Ungido para encubrir su maldad, empecé a errar por el mundo metida en un cesto cuando mis pies aún no se tenían en el suelo y luego con azafatas de vuelo y cuidadoras y educadoras que me enseñaron que en el mundo no contaban los afectos. Crecí sola y aprendí que la realidad estaba llena de madrastras duras de cuentos perversos que jamás acompañarían mi soledad. Nunca nadie me dijo que la soledad no existe. En el fondo de la mente, del alma de todos hay un ser que espera en silencio la voz de su dueño llamándole por su nombre, «Yo». Por culpa de una psicología deshumanizada, la gente confunde Yo con ego y cree que el más ególatra es el que más se quiere; mentira. El ególatra no quiere a nadie y menos a sí mismo. «Yo» es el nombre de Dios, así le dice Dios a Moisés que se llama según  el libro del Éxodo: «Yo soy el que soy». Y todos somos herederos de esa palabra, «Yo». Pero el yo que somos nunca está solo. 

Descubrí que la soledad no existe el día que escuché en la radio una entrevista a una mujer que me hizo sonreír con la sonrisa que provoca lo que nos parece  una tontería. Hablaba de mujeres que se casan consigo mismas. El asunto me llevó a preguntarme más tarde,  ¿Tiene uno dentro de sí mismo a otra persona, otro yo que es el que realmente somos cuando no estamos actuando ante el público que nos rodea? 

Esa aparente tontería, la sologamia,  encendió una débil lucecilla en el lugar más recóndito  de mi mente. Había alguien allí, y al descubrirla, me puse a averiguar quién era. Era una niña flacucha, débil, que no hacía más que mirar para descubrir a los demás porque le daba vergüenza que la descubrieran a ella. Cuando hablaba, unos la miraban con desprecio y otros se reían porque cuando tenía diez años hablaba como una mujer de veinte, decían.  Su madre le decía que no era una niña. Como no era una niña, nunca mereció la atención ni el afecto ni las disculpas que merecen los niños. Nadie la vio crecer. Leía desde los cuatro años y para no tener que oírla, le ponían un libro en las manos para que no molestara hablando. Por las mañanas nunca molestaba. Leía el periódico todos los días. 

La niña no creció nunca. Cuando me tocó ser mayor, empecé a imitar a mi  madre en desparpajo porque a mi madre todo le iba bien y la niña tenía tanto miedo de que la descubrieran que no analizaba lo que hacía la mujer que era yo por fuera y todo me salía mal. Hasta el día en que, acercándome ya a la vejez,  oí en la radio aquella entrevista. Sonriendo me pregunté, «¿Te casarías contigo misma?» La pregunta me quitó la sonrisa, me dejó con la boca abierta. «Por Dios, no. Soy insoportable». Ese rechazo brutal me empujó a mirarme por dentro y allí encontré a esa niña sola a la que el miedo a todos no había dejado crecer. «¿Esa soy yo?», me pregunté. «Así eres tú», me contestó la de adentro. Esa niña escondida me había visto actuar ante el mundo procurando seguir costumbres y normas allí donde estuviera. Y a esa niña no le gustaba yo. 

2018 fue el primer año maravilloso. Después de analizar, de resolver asuntos pendientes con la niña, la  adolescente, la joven que fui y con todos cuantos pudieron hacerme daño a lo largo de mi vida, me vi crecer por dentro y por fuera, y llegó el día en que descubrí en mi al ser humano que al Creador le había parecido bueno en gran manera. La niña se había convertido en una mujer que me aconsejaba induciéndome a seguir sin miedo mi propio criterio, una mujer orgullosa de llamarse yo ante un espejo. «¿Te casarías contigo?», un día volvió a preguntarme. «Sí», le pude contestar con profunda alegría, «pero me falta mucho». «Para seguir evolucionando, te queda todo el tiempo que te quede de vida», me contestó. 

2024 ha sido un año que roza el milagro. Hace unos meses me caí y mi cara se estrelló contra un muro de piedra. Me afectó un oído cuyo tímpano me trepanaron de pequeña y la lesión me ha afectado el equilibrio. No tiene remedio. Tendré que caminar tambaleándome con bastón lo que me quede de vida. Pero me he comprado un bastón muy bonito. Hace unos meses también recibí un email de mi hijo en el que repasaba su infancia en detalle y llegaba a la conclusión de que yo había sido la mejor madre del mundo.  Ayer, su mujer me escribe diciéndome que soy auténtica y muy especial y que siga con la sonrisa que me caracteriza. Regalos, regalos que para mí contienen todos los regalos que nunca recibí en mis navidades sin Santa Claus ni Reyes. ¿Qué más puedo pedir? Pues encima, una guinda; un regalo de Amaia en La Revuelta que me emociona hasta las lágrimas, esas lágrimas de emoción que salen con una sonrisa.  Dirijo las palabras de su canción «Ahora  que te tengo» a la que vive dentro de mi. Sí, finalmente, en 2018, cuando me sentí preparada, me casé conmigo misma ante el monumento donde están enterradas las cenizas de mi abuela paterna y de mi padre, teniendo a mi hijo muy cerca detrás de mi.  

A ver si la letra de esa canción llega a quien lo necesite y le mueve a analizarse y el análisis le empuja a hacerse digno de sí mismo de día en día. A ver si la compañía de sí mismo le lleva a enamorarse de quien es. Feliz año nuevo. Que sea nuevo de verdad y lleno de posibilidades positivas.

https://www.youtube.com/watch?v=sAU-pZCxVMM

Publicado por MARIA MIR-ROCAFORT - WEB

Bloguera. Columnista

2 comentarios sobre “Ahora que te tengo

  1. Pues no sé qué decir, amiga. Has desnudado tu alma de tal forma que no encuentro las palabras exactas para definir la agradable sensación que me ha dejado leerte.

    Nos espera un año espeso y lleno de nubarrones; el mundo se me hace cada día más insoportable, quizás por eso me refugio en la ficción de mis novelas, esas que algunos leen y les distraen de todo por un rato.

    No soy creyente, ya lo sabías, no en el sentido religioso ni filosófico de la vida; me inclino más por lo que la ciencia va descubriendo, cada vez con más vigor, sobre nosotros y todo cuanto nos rodea. Hoy leí que en Universo existen ingentes cantidades de agua; la noticia me sorprendió, en el agua está el origen de la vida. Estoy confuso al respecto.

    De los seres humanos, macho y hembra, como gustas decir, no espero gran cosa, sí sé que siempre he dado más a ellos de lo que he recibido en contraprestación, no estoy frustrado por ello, lo acepto sin más.

    De mí intuyo que puedo ser mejor de lo que soy, que estoy pasando por este estado, que es la vida, con la ilusión perdida, pero con la esperanza de recuperarla un día.

    Te deseo que esa paz interior que tanto necesitamos te acompañe en todos los años que te queden de vida, y que sigas compartiendo esos artículos que a algunos nos siguen interesando.

    Feliz siempre.

    Le gusta a 1 persona

    1. Hola amigo Extrañaba tus comentario tanto como los artículos que me veía incapaz de escribir.
      Lo de «macho y hembra viene del Génesis. «Dios creó al hombre, macho y hembra los creó»
      Que este año sea mejor que el que dejamos. Abrazote, amigo

      Le gusta a 1 persona

Replica a stradivarius1951 Cancelar la respuesta