Cada vez que empiezo a escribir un artículo, me cercioro de que tengo algo que decir, algo que aportar, algo que no sea repetir lo que mejor o peor han publicado los buenos, regulares y malos periodistas y analistas en diferentes diarios del país. El rey ha comparecido esta noche para repetir lo que ya han dicho todos: políticos, periodistas, analistas, tuiteros, feisbuqueros, etc.
Ahora estoy oyendo en la radio un análisis sobre el discurso del rey. Naturalmente, los analistas no pueden decir más de lo que ya se ha dicho, que es lo mismo que ha dicho el rey. Yo, la miserable yo según los valores del mundo, no me atrevería a escribir un artículo como el que le han escrito al rey, mucho menos a analizarlo en público. Y no me atrevería porque me respeto a mi misma y respeto profundamente a mis lectores.
Hoy, a los ciudadanos nos tratan como niños, el rey y los medios que quieren exprimir su discurso sin hacer otra cosa que repetir, repetir y repetir. ¿No se les ocurre pensar que somos adultos y que no somos tontos? ¿No sienten ni un mínimo respeto por la inteligencia de los ciudadanos, ni el rey ni los medios?
Vamos a ver. El rey no dijo nada que merezca ser comentado. Dio las gracias a quien tenía que dárselas, dio ánimos, profetizó que superaríamos este mal momento. No dijo nada más. Y me jugaría lo que fuera a que nos van a tener toda la noche comentando al rey, al actual y al emérito, echando mano del escándalo Corina cuando las cuatro rayas del discurso no den para más. Lo mejor del discurso del rey es que fue corto.
He dicho.