
España está rota, afirmé y me reafirmo. No es una opinión; es un hecho evidente que solo puede negar quien no haya oído o no haya puesto atención al debate de investidura; al menos a un fragmento. Con un brevísimo fragmento bastaba para percibir, con toda claridad, una España partida en dos.
Empezó el debate el candidato a la investidura con un discurso homologable al de un político de un país civilizado. Expuso, sin estridencias ni dramatismo, lo que le tocaba exponer: su programa para hacer frente a los problemas del país. Le siguió el llamado a ser jefe de la oposición, y con su discurso se desató el infierno. De las bancadas de las derechas del hemiciclo empezaron a salir demonios viejos. Ni una sola referencia al programa de gobierno que había presentado el candidato. Insultos, predicciones agoreras, descalificaciones in crescendo hasta culminar en una sentencia inapelable: si Sánchez lograba ser investido, su gobierno sería ilegítimo.
Queriendo deslegitimar a Pedro Sánchez, los discursos de los tres líderes de las bancadas de las derechas negaron la validez de la Constitución, de la democracia, y hasta pusieron en entredicho al Jefe del Estado. Se hizo así evidente que no serían los secesionistas vascos, catalanes, gallegos los que romperían España. Se hizo evidente que España está rota. La rompieron aquellos dispuestos a lo peor para imponer sus propios intereses; esos que se aferran a su trozo de España para evitar por todos los medios que alguien intente remendar, unir el país.
La aparente lucha por la unidad de España que lleva a los de las bancadas de las derechas a demonizar a los separatistas es tan falsa como el lema que ensuciaba el escudo franquista con una sangrante mentira: “Una Grande Libre”. Que España, los españoles, no eran libres entonces es una insultante obviedad. Que España nunca fue grande, otra; nunca lo fue porque, contra los españoles que intentaban que España fuera una, siempre ha habido algunos dispuestos a impedir su unidad. Durante todo el debate de investidura, los de las bancadas de las derechas demostraron ostensible, indudablemente, que ellos son los únicos separatistas que constituyen un peligro real para la unidad de España, de los españoles.
Esta aterradora evidencia, las horrendas experiencias que han tenido que sufrir los españoles a costa de quienes rompen España para defender sus propios intereses, nos advierte de la necesidad vital de recordar. Necesidad vital de que lo hijos y los nietos de quienes sufrieron los horrores de la guerra tengan muy presentes los horrores que tuvieron que vivir sus padres, sus abuelos, para que puedan identificar y desenmascarar a los que pretenden engañarnos con discursos aparentemente patrióticos. Engañarnos a todos. No es cierto que en aquella España rota por la guerra solo sufrían los pobres, como podrían hacer pensar a las nuevas generaciones los reportajes en los que aparecen españoles destrozados buscando un refugio o el exilio. También hubo ricos que cayeron bajo bombas destinadas a matar rojos. Cuando el odio destruye todo signo de humanidad, nadie se salva de la destrucción, ni siquiera los vencedores. Hay que recordar, porque el peligro de volvernos a destruir no ha desaparecido. Ayer corría por las redes un vídeo en el que una joven, activista de no sé qué, le espetaba al diputado de Teruel Existe: “Si hay que fusilarte, lo haremos”. Otra vez sangre, miseria, muerte. No hay territorio alguno que merezca la aniquilación de un ser humano por defender la independencia, la unidad, cualquier idea que, por los motivos que sean, se le pueda ocurrir a mente alguna.
Necesitamos recordar para enmendar, tanto como necesitamos mirar hacia adelante para ponernos todos a remendar. Porque los auténticos garantes de la unidad de España somos todos los españoles trabajando unidos para superar todas las barreras que pretendan impedir nuestro bienestar. El hoy presidente del gobierno terminó su discurso en el debate llamando a la esperanza. Que esa esperanza no se quede en una palabra, depende de todos los españoles, depende de que todos los españoles nos despojemos de banderías y egoísmos para trabajar por una España en la que todos podamos vivir a gusto. Así de sencillo.
Así de sencillo y así de difícil, amiga María.
Está claro que la legislatura que empieza será una carrera de obstáculos, zancadillas y palos en las ruedas. Va a costar un esfuerzo ímprobo el sacar adelante leyes que nos beneficiarán a todos, que deben de ser la bandera que enarbole el nuevo Gobierno.
El apocalipsis debe esperar, somos millones de españoles los que estamos comprometidos con esta nueva España de todos y para todos, por más empeño que pongan separatistas y nacionalistas; demos un voto de confianza al nuevo Gobierno y a los ciudadanos, porque nada llegará a buen puerto si todos no arrimamos el hombro en la medida cada uno de sus posibilidades.
Sigamos creyendo que lo que parecía imposible se hará realidad.
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El que no quiera ver que todo lo que se dice en este articulo es la pura verdad, es que tiene intereses lejanos al bienestar de todos los españoles.
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María este artículo es la cruda realidad,.. escalofríos recorren mi cuerpo viendo que,la bancada de los ultras, ultras derechistas,se hacen los sesos agua para postularse como los verdaderos separatistas que no quieren la unidad de España
Triste realidad que quieren devolver el horror a nuestras gentes de paz
Un abrazo querida amiga😘
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