El triunfo de los dioses creadores

Me despierto. Pongo la radio. Otra vez la bofetada de otra noche de protestas; símbolos, gestos y gritos fascistas; insultos y mentiras. Y después de ese espectáculo grotesco, el genocidio en Gaza. Hambre, sed, muerte de miles de seres humanos condenados por ser palestinos. Tengo muchas razones para admirar y amar al pueblo judío. Al horror y al dolor por el sufrimiento de los palestinos, se me agrega en el alma el horror y el dolor al ver que un fascista inhumano está marcando a todos los judíos de su país con la lacra de genocidas. Ira, odio por todo el mundo exudando de seres que han fracasado en su evolución hacia la plena humanidad.    

Me levanto. Empiezo mi rutina de cada día dando el desayuno a mis dos perros y a mi gato; una salchicha barata a cada uno. Tienen pienso, pero esa salchicha no es para matarles el hambre; es para que puedan empezar el día con una alegría. ¿Con qué alegría puedo empezar yo?, me pregunto mientras preparo mi café con leche. 

Con mi tazón caliente, me siento ante mi ordenador. Enciendo. Empiezo, como siempre, por revisar mis emails. Dos de mi hijo. ¿Tan temprano? Empiezo a leer y, desde las primeras palabras, me voy a otra dimensión.

El hombre al que traje al mundo se vuelve niño enumerando recuerdos que le recuerdan que tuvo una infancia feliz. Termina exponiendo todas las razones por las que me juzga y concluye que fui la mejor madre del mundo y todavía lo soy. Sé que no se trata de un derramamiento de emociones provocado por una fecha señalada u otra circunstancia superficial. Mi hijo ha leído los primeros capítulos de mi biografía, esos que escribí con un dolor profundo relatando la horrísona infancia y adolescencia de mi madre sometida a una guerra y luego a lo más obsceno y degradante de una posguerra en la que fue víctima de lo más obsceno y degradante del fascismo. Mi hijo ha percibido en todos los capítulos que llevo escritos la sombra de mi infancia y adolescencia desgraciadas por unos padres marcados para siempre por las desgracias sufridas en su propia infancia y adolescencia. Que todas esas penas  llevaran a mi hijo a recordar lo mejor de los primeros años de su vida me confirma que mi lucha por convertirme y ayudarle a convertirse en un ser auténticamente humano ha sido mi gran triunfo. He cumplido la encomienda que se me dio al crearme. Lo que en este mundo podrido por la ambición, el dinero y el poder se considera un triunfo, me importa un carajo. Sin dinero y sin poder he triunfado. 

La escoria que hoy rige los destinos de medio mundo se volverá polvo bajo la tierra o en algún nicho. Qué pueda pasar después a sus almas no lo sé ni puede saberlo nadie, como nadie puede saber nada de Dios más allá de que nos creó. Los dioses creados por los hombres adolecen de todas las miserias, lacras, pústulas de sus creadores. Esos dioses también se están muriendo. Mientras tanto, en todo el mundo crecen y se reproducen  aquellos que creen en la superioridad de la naturaleza auténticamente humana; aquellos que, como el Dios que todo lo creó, ven que todo lo creado es bueno y dedican sus vidas a crear y preservar la bondad de todo. La vida de estos confirma el triunfo de la creación aunque algunos de ellos hayan decidido no creer en el Dios Creador. Todos los que dedican su vida a la evolución de la humanidad son dioses creadores. Hoy, gracias a ellos, empiezo el día con la alegría que me otorga la esperanza. 

Mis perros y mi gato han venido a buscar su trozo de magdalena diaria, sin azucar. Están contentos. Yo también                

Publicado por MARIA MIR-ROCAFORT - WEB

Bloguera. Columnista

3 comentarios sobre “El triunfo de los dioses creadores

  1. Sra.Maria, me encanta su biografía, su bondad su enteresa, comparto sus ideales, su preocupación por este Mundo, inhumano, cada vez más salvaje como una jungla, donde impera sálvese quien pueda. Un saludo, y gracias por compartir su sabiduría.

    Le gusta a 1 persona

Deja un comentario