
«Lo que me importa es la verdad», dijo Luis Rubiales, hoy figura suprema del fútbol español convertido en mundial por un puñado de mujeres, en un discurso histórico, pronunciado el sábado 26 de agosto de 2023 ante una audiencia universal. He escuchado el discurso tres veces buscándole un fallo. No se lo encuentro. Ni siquiera me parece un fallo lo de «falso feminismo…una lacra»; es su opinión. He leído críticas que le atribuyen una soberbia, una prepotencia que yo no percibo. El discurso de Luis Rubiales me pareció casi impecable; semánticamente y moralmente casi impecable. Poniendo varias veces por testigos a sus propias hijas, Rubiales transmitió, con emoción contenida, la tragedia de un hombre que se siente injustamente acosado por quienes buscan su ruina para borrar de la historia los cinco años de su gestión al frente de la RFEF, «la mejor gestión del fútbol español», dijo con humildad conmovedora; porque lo que verdaderamente importa, dijo también varias veces en diferentes construcciones, es la verdad. Pero al final de ese discurso irreprochable que comentaristas y autoridades se apresuraron a reprochar con calificativos muy feos, saltó de pronto una alarma; una alarma de estridencia alarmante; una alarma desequilibrante que solo percibe la mente que exige la verdad por encima y al margen de toda palabrería. Esa alarma advierte del peligro de aceptar un discurso perfectamente hilvanado para camuflar la mentira. En medio de esa alarma, suena en la mente sana la voz rotunda de la razón con una pregunta desconcertante; ¿dice toda la verdad quien pregona decir la verdad y nada más que la verdad? Y surge, como colofón, otra pregunta que puede dejar muda a la mismísima facultad racional: ¿Qué es la verdad?
Donald J. Trump tiene una red social de su propiedad que se llama Truth Social, Verdad Social. Los analistas políticos y cualquier persona en su sano juicio, hartos de buscar algún hecho sólidamente verdadero que avale los comentarios que Trump escribe en su red a diario, se están cansando de su inútil investigación. Trump tiene por norma vital no escribir ni decir cosa alguna que no se conforme con el concepto de la cosas que concibe su mente sin tener en cuenta para nada a la realidad.
Resulta que la definición de la palabra verdad, en todas sus acepciones, tiene un componente subjetivo. Según esas definiciones, por ejemplo, nada ni nadie puede discutir lo que Trump piensa o siente ni negar que lo que piensa o siente es la verdad, porque es su verdad. Cuando Trump le pide al secretario de estado de Georgia que le encuentre como sea los 11.780 votos que le faltan para ganar las elecciones de 2020 en ese estado, remata su petición con un motivo indiscutible; el secretario de estado tiene que encontrar esos votos como sea porque él, dice Trump, ganó las elecciones. La realidad desmiente a Trump. Después de múltiples recuentos y apelaciones a tribunales, el resultado definitivo es que Biden obtuvo más de 80 millones de votos y Trump, 74 y pico; es decir, Biden obtuvo el 51.3 por ciento de los votos y Trump el 46.8 por ciento. ¿Ganó Biden, no? No en la mente de Trump. En la mente de Trump era absolutamente imposible que él perdiera las elecciones. Luego no las perdió por más que la realidad se empeñe en contradecirle con cifras. Pero la realidad es un muro inexpugnable que nadie puede ignorar so pena de pegarse contra él un batacazo de gravedad diversa, como es también un hecho incuestionable que millones de homínidos humanos están dispuestos a estrellarse contra ese muro ignorando las consecuencias que tendrán que afrontar. Trump y, hasta ahora, diecinueve de quienes intentaron ayudarle a alterar la realidad de los resultados electorales se enfrentan a juicios con penas de cárcel de varios años y puede que en la cárcel acaben sus huesos. Pero resulta que la verdad de Trump cuenta con millones de seguidores a quienes la verdad de sus mentes permite concebir la esperanza de que la Justicia no llegue a tiempo de condenar a su ídolo antes de que gane las elecciones de 2024 y, una vez presidente, pueda indultarse a sí mismo y a todos los que con él conspiraron para cargarse las elecciones de 2020. ¿Consecuencias? Si se diera este último caso, las verdades que concibe la mente de Trump alterarían la realidad de todo el país y, tal vez, de todo el mundo civilizado. Contra esa nueva realidad se estrellaría la igualdad de todos los ciudadanos, es decir, la democracia; es decir, la libertad. Contra esa nueva realidad se estrellarían todos los hombres, machos y hembras, que en este mundo luchan por ir creando sus vidas con las facultades que recibieron al nacer, predominando, sobre todas, su voluntad.
La verdad de Trump en cuanto a la política no tiene nada de original. Sus verdades son las que hace años predicaron genios maléficos como Mussolini, Hitler, Franco. Son las verdades de aquellos que solo aceptan la verdad de sus verdades ignorando las verdades de todos los demás. Son las verdades del fascismo, y las verdades del fascismo atentan de tal manera contra la realidad de una vida plenamente humana que acaban por hacer imposible una vida plenamente humana. Bajo Trump, la república democrática de los Estados Unidos de América se transformaría en un Reich en todo similar al de la Alemania nazi incluyendo el racismo, icluyendo la discriminación contra todo el que difiera de la mayoría uniformizada por un régimen de culto al poder; de culto al más poderoso.
El 28 de mayo de 2023, millones de españoles aceptaron las verdades del fascismo sin intentar siquiera cotejarlas con la realidad. El resultado fue que cinco comunidades autónomas y ciento cuarenta municipios cayeron en manos del fascismo; declarado o encubierto. Los gobiernos de esas comunidades y ayuntamientos empezaron enseguida a eliminar consejerías y regidurías, obras de teatro, películas y libros que contradecían los dogmas de los partidos fascistas. Se eliminó la denominación de violencia de género que destaca la violencia contra las mujeres. Se eliminaron las Consejerías de Igualdad.
En el catecismo fascista, lo primero que se reconoce es la inferioridad de la mujer de acuerdo con el segundo relato de la creación. De nada sirve enfrentar al macho fascista con la realidad de que a todos los machos humanos de este mundo los parió una mujer, por lo que su ideología con respecto al género equivale a confesarse hijo de un ser inferior. Contra la verdad concebida por una mente como verdad absoluta, no hay razón que valga.
La verdad primigenia, determinante de todas las demás verdades, es el primer relato de la creación, primer capítulo de nuestra historia. Ese capítulo declara la absoluta igualdad de hombres y mujeres. Cuanto contradiga esa verdad tiene que ser mentira. Dice el primer relato de la creación que Dios creó al hombre, que macho y hembra les creó y les mandó mandar sobre todo lo creado. No dice nada más. Siglos después, algunos crearon un Paraíso, una serpiente, una manzana, una mujer desobediente, un dios antropomorfo que por el Paraíso se paseaba sopesando pecados y castigos. Esto nos obliga a preguntarnos, ¿puede una criatura creada como todos los elementos y animales de la naturaleza, pero con facultades mentales únicas de su especie, alterar la realidad de su propia creación? ¿Pueden las facultades mentales exclusivas del hombre, macho y hembra, permitirle crear una realidad a su capricho según las verdades de su mente? Según la definición subjetiva de la palabra verdad, puede.
Dice el segundo capítulo del Génesis que Dios creó a la mujer de la costilla del hombre decretando para siempre la inferioridad y obligada sumisión de la hembra humana al macho de la especie. Ese segundo relato de la creación se convirtió en ley de obligada adhesión y cumplimiento para los fieles de las principales religiones de este mundo.
¿Cómo pudo ese producto del capricho de los poderosos alterar el objetivo de la creación del hombre transformando para siempre la realidad social? Gracias a esa tergiversación, la mitad, más o menos, de los homínidos humanos, las hembras, se han visto reducidas durante siglos a la condición de siervas de los machos. La explicación es muy sencilla. El macho humano, dotado por la naturaleza de una fuerza física superior a la de la hembra, puede imponer su autoridad pegando, torturando, encarcelando a la hembra díscola y hasta provocándole la muerte. Por la fuerza superior del macho humano, millones de hembras humanas, por ejemplo, tienen que pasar su vida asomándose al mundo a través de la rendija del burka y otros tapacuerpos similares que solo dejan los ojos al descubierto. En países más civilizados, las hembras humanas no tienen que ir físicamente tapadas de la cabeza a los pies, pero una sociedad entrenada para respetar la fuerza y desconsiderar la debilidad les tapa la facultad racional y, a la mayoría, la boca, condenándolas a ver el mundo desde la situación inferior de un sótano. Es el macho humano el que tiene las llaves de las puertas y domina las calles a su antojo. Lo dice con descaro la canción de James Brown, It’s a man’s world, Es un mundo del hombre; por cierto, con letra escrita por su mujer, Betty Newsome.
El domingo 23 de agosto del año en curso, ante millones de espectadores presenciales y remotos, un macho humano, con la fuerza que le otorga su testosterona, agarra la cabeza de una hembra humana y le clava un beso en la boca sin previo aviso ni indicio de consentimiento. Esa exhibición de fuerza causa un escándalo internacional. Porque resulta que el movimiento llamado feminista por defender los derechos de las féminas, ha conseguido concienciar a la sociedad de los países civilizados de que la preponderancia del hombre sobre la mujer es injusta. Pero calificar de injusto el asunto denota una imprecisión, un error lingüístico que arrastra a otra serie de errores. La preponderancia del hombre sobre la mujer no es injusta, es antinatural. En primer lugar, Dios o la Naturaleza, como se quiera, crea al hombre. Hombre es el nombre de la familia biológica, y macho y hembra, los géneros de esa familia. Luego todos los seres humanos somos hombres. Gracias a sus facultades mentales, el macho y la hembra humanos van evolucionando hasta convertirse, en efecto, en amos de la creación. Pero no todos evolucionan al mismo ritmo; unos, por no tener sus facultades plenamente desarrolladas y otros, por limitar sus facultades a la aceptación exclusiva de las verdades que conciben sus mentes aunque contradigan a la realidad. Así, los machos humanos que emplean su fuerza para hacerse obedecer por las hembras contradicen la realidad de su condición humana adoptando conductas de animales violentos. Claro que hay diferentes grados de violencia que llevan a diferentes valoraciones.
Cuando un poderoso le clava a una subordinada un beso en la boca sin pedírselo y la subordinada tiene que soportarlo aunque no le guste, es probable que a otros machos el espectáculo les resulte divertido y condenarlo les parezca una exageración. Eso parece que le pareció al Tribunal Administrativo del Deporte, por ejemplo. Para ese tribunal, que un macho demuestre su fuerza obligando a una hembra a soportar un pico es una falta grave, sí, pero no muy grave. Total, fue solo un pico. Pero tomar en cuenta en este asunto solo la gravedad de un pico, beso superficial en los labios según la RAE, es de una trivialidad inexcusable en licenciados en derecho destinados a juzgar. ¿Qué verdades en las mentes de esos funcionarios les lleva a calificar de no muy grave la violación de la libertad de un ser humano?
Esa última pregunta provoca una avalancha de otras preguntas en las mentes que piensan. ¿Qué verdades en las mentes de los votantes les movieron a votar, el 28 de mayo de 2023, por quienes habían demostrado, en discursos y con sus votos en el Congreso, su desprecio a la libertad de acción y opinión de quienes no comparten sus verdades? ¿Qué verdades en las mentes de los votantes les llevaron a votar por aquellos que, copiando a Trump, entronizan la mentira en todos sus discursos dando a sus falacias la categoría de verdades solo por ser concebidas por sus mentes aunque la realidad las desmienta? ¿Existe en la mente de esos votantes la voluntad de dejarse engañar o comparten con los poderosos la voluntad de engañar a los demás para sentirse partícipes de un poder que no tienen?
Es posible que haya que repetir las elecciones en España. Las del 23 de julio no decidieron con rotundidad si los españoles prefieren la realidad de un país que progresa en bienestar y libertad o una sociedad desigual atontada por las verdades fascistas. La formación de un gobierno, en un sentido o en otro, hoy depende de los siete votos de un partido dispuesto a engañarse y engañar para seguir existiendo.
La realidad de las vidas de los españoles hoy depende de que la mayoría exija la verdad corroborada por hechos realmente comprobables o acepte la entronización de la mentira disfrazada de verdad por las mentes que la conciben. Las consecuencias que tendremos que afrontar todos si la mayoría se aferra a sus verdades subjetivas serán la pérdida del bienestar, de la libertad. Si la mayoría se niega a respetar la verdad de la realidad, acabará pegándose un batacazo mortal y estrellándonos a todos contra ese muro inexpugnable. ¿Y si la mayoría hiciera un esfuerzo por defender su vida de la mentira de los mentirosos?
En mi blog, al principio dejaba escrito que busco la verdad.
Pero la verdad, en realidad son infinitas verdades, contrapuestas a infinitas mentiras. La duda o mejor dicho, las dudas son la mezcla de infinitas verdades e infinitas mentiras. En política solo deben existir actuaciones para el bienestar de los ciudadanos. Un gran abrazo, María.
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Un abrazote, amigo Clamores. Por supuesto, de acuerdo con tu valoración
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Completamente de acuerdo.
No hay más ciego que el que no quiere ver, información hay solo preocuparse un poquito. Que vergüenza de machismo!!!
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Amiga mía, te has despachado a gusto, y me alegro por ello, porque comparto de la base a la cruz tu magnífico artículo.
Todos sabemos que el fútbol desata pasiones que por momentos rozan el surrealismo. Tener al frente de ese deporte a un homínido soez, falaz y macho entre los machos, no hace más que empeorar la situación de ese deporte.
Un representante de España saltando como el hooligan más exaltado en el palco de autoridades, tocándose los genitales delante de millones de espectadores, solo podía predecir lo que pasó luego con Jenni Hermoso. Él, el macho alfa, se sintió con toda la autoridad que su cargo le confería para colgarse de la jugadora y terminar dándole un beso en la boca.
Los medios, esos medios machistas hasta el hastío, defienden que la euforia del momento es la que empuja a Rubiales a ese comportamiento, comportamiento que no merece su desaprobación, por supuesto.
Este es un país cada vez más concienciado en que los seres humanos, sean hombre, mujer, blancos, negros o de cualquier otro color, somos todos iguales en derechos y en obligaciones.
Rubiales se quedó solo con la penúltima parte del enunciado: derecho, él tenía todo el derecho del mundo para comportarse como lo hizo. A día de hoy sigue insistiendo en que todo fue consentido ¿fué consentido el tocarse los testículos en un gesto más propio de un primate que de un hombre?.
Lo cierto es que nos avergüenza a todos cuantos si hemos entendido la frase que cité antes en su totalidad.
Tengo, cambiando de tema, la certeza de que Pedro Sánchez sabrá forjar alianzas incluso con los más hiperventilados del procés. Unas nuevas elecciones sería un fracaso, y Pedro, no está acostumbrado a fracasar en nada de lo que se propone.
Pongo mi fe y esperanza en que tengamos otros cuatro años más, al menos, de progreso, porque nunca antes este país había estado tan bien representado ni gobernado, excepción hecha de José Luis Rodríguez Zapatero. Que no cunda el desánimo, el progreso es una ola imparable, y ni todos los botarates, que son legión, van a conseguir detenerla.
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Tu comentario vuela a FB. Abrazote
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