
Muy pocos se atreven a predecir lo que va a pasar mañana. No se atreve ningún analista político que no pertenezca a los medios subvencionados por los partidos fascistas. Estos machacan con la victoria de la que llaman derechas para camuflar el fascismo. Tal vez no es porque estén tan convencidos, sino para curarse en salud. Si ganan los partidos progresistas, esos analistas saben que no tienen nada que temer. Los fascistas seguirán subvencionándoles y los progresistas les dejarán que sigan con su propaganda en paz porque estarán trabajando. Si ganan los fascistas, cada uno de estos espera que se vea satisfecha su ambición personal.
La opinión pública se ha dividido en dos bloques; esos que llaman de derechas e izquierdas para abreviar. En el medio, los que, abdicando de su condición de ciudadanos, no se interesan por la política; es decir, no se interesan por quiénes ni cómo van a gobernar sus vidas; lo que parece indicar que la calidad de sus propias vidas les interesa muy poco o nada.
Los analistas políticos se han partido también en dos bloques; esos que llaman derechas e izquierdas. En el medio, los que entienden que su profesión les impide opinar y que la profesionalidad les exige equidistancia. Los que, por un motivo u otro, están en el medio parecen no darse cuenta de que los Estados Unidos, Europa y España están al borde de un precipicio preguntándose, como en la canción de un musical sueco, «¿Quién me salvará si caigo dentro de la oscuridad?»
Los fascistas nos han sometido a una campaña de bulos, mentiras e insultos. Forma parte de su estrategia. No les hace falta convencer a quienes emocionalmente han abrazado el fascismo, por supuesto. Es difícil que puedan convencer a quien racionalmente no quiere renunciar al progreso. Entonces, ¿cuáles son sus dianas? Quedan los del medio. El contenido repugnante de los discursos fascistas ofrece una excusa perfecta a los que dicen con orgullo que no les interesa la política. La política, tomando en cuenta esos discursos, es algo sucio en lo que no se quieren embarrar. En esa inmundicia incluyen a fascistas y progresistas. La prensa más profesional, con su equidistancia, les confirma que todos los partidos son iguales.
¿Son iguales? Quien entrega su vida a trabajar por los demás, a utilizar al gobierno para que los demás puedan progresar según su ganas, su ilusión se lo permitan, contribuyendo a que se lo permitan sus circunstancias, ¿es igual a quien concibe la política como un medio para forrarse, para ganar dinero y prestigio al margen de los demás?
Hay miedo; miedo al recorte de derechos, a la mutilación de la libertad, a la soledad aterradora de quien, no teniendo recursos suficientes para pagar lo que cuesta su bienestar o una vida digna, teme perder la protección de lo público. Ese miedo saca a algunos a la calle en manifestaciones donde uno se apoya en el otro y unos y otros caminan y gritan con la esperanza de que los políticos les oigan. Pero la mayoría oculta ese miedo en casa, en las noches en que las cuentas que no salen ahuyentan el sueño.
Parece que ese miedo, público o disimulado, debería decidir el voto a favor de los partidos que entienden a la política como un trabajo por el bien de todos. Y, sin embargo, quienes se atreven a mirar a la realidad y analizar lo que está pasando sin subterfugios tienen miedo, miedo de que quienes no se atreven ni a analizar la realidad ni a analizar su propio miedo acaben votando por quien mejor les ha engañado.
Nadie sabe qué pasará mañana; si ganará la mentira porque la mayoría no se ha tomado la molestia de buscar la verdad o si ganará la verdad porque la mayoría aún no ha perdido la fe en sus semejantes. Quienes se aferran a la esperanza confían que en el momento crucial de votar, el hombre, la mujer piensen en sí mismos y entreguen el gobierno a quienes les prometen gobernar pensando en ellos, a quienes han gobernado durante los últimos cuatro años pensando en ellos porque la política es eso y lo demás es politiqueo fascista.
«Qué será» José Feliciano.(con letra)
Muy bien traida la canción de José Feliciano, amiga.
Así estamos a estas horas, inquietos y esperanzados. Por lo que yo he podido ver en el colegio en que he votado, la participación es muy alta, los votos por correo pasan de los dos millones acercándose a los dos y medio.
¿Es buena señal?, depende. Quiero pensar que si, cuando el voto es masivo la izquierda tiene más posibilidades, pero como bien apuntas, hay mucho desmemoriado que solo se han quedado con la música sin prestar atención a la letra, esa letra que puede convertir este país de nuevo en reserva espiritual de Occidente y una unidad de destino en lo universal, sea eso lo que los fascistas quieran que sea.
Si después de un Gobierno decente, sin escándalos, sin chanchullos, ayudando desde el primero al último de los ciudadanos, voten estos lo que voten, volvemos a la España de sotanas, cirios y olor a sacristía cerrada, a la censura, a la merma de derechos logrados con tanto esfuerzo, entonces, yo, me apeo en la próxima, no creo poder volver a vivirlo.
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